Las primeras civilizaciones históricas
Egipto. Organización económica, social y política. Cultura: la escritura y la religión egipcias. Arte. La arquitectura: templos y tumbas. Las civilizaciones de Mesopotamia. Aportaciones artísticas y culturales: la escritura cuneiforme. El Imperio Persa. Fenicios y hebreos.
Las primeras civilizaciones históricas surgieron en torno a las cuencas de los grandes ríos del Próximo Oriente. Fue en Egipto, a lo largo del río Nilo, y en Mesopotamia, en las cuencas de los ríos Tigris y Eufrates, donde se desarrollaron las primeras civilizaciones consideradas históricas. Según fueron pasando los siglos otros pueblos o imperios fueron surgiendo sustituyendo a algunos de los existentes, de manera que hay que prestar atención también a los persas, los fenicios y los hebreos. En esa zona del Creciente Fértil el hombre había descubierto la agricultura. Las posibilidades que para el desarrollo de la agricultura proporcionaban el agua y la fertilidad de la tierra de los valles de estos ríos hizo posible el aumento de la producción de alimentos. Con ello creció la población y aparecieron los excedentes agrícolas que permitieron el intercambio de alimentos por otros productos, dando así lugar al nacimiento del comercio y al desarrollo y especialización en otros trabajos que no fueran el de agricultor. Hacia el IV milenio A.C. los pueblos que habitaban estas zonas habían transformado ya las pequeñas aldeas en ciudades, cuya organización supuso el nacimiento de una organización administrativa que se encargara de establecer leyes y normas para el buen funcionamiento de la ciudad. La necesidad de registrar los intercambios comerciales y de dar a conocer las leyes hizo posible al nacimiento de la escritura. |
Hace
unos 12.000 años, el modo de vida de los seres humanos que habitaban
determinadas zonas geográficas comenzó a transformarse radicalmente. Las
ocupaciones depredadoras, como la caza y la recolección, fueron
sustituidas poco a poco por otras de carácter productivo, como la domesticación de animales y el cultivo de la tierra y, de esta manera, las sociedades de Homo sapiens
abandonaron paulatinamente el nomadismo y la economía de subsistencia
para convertirse en sedentarias y productoras de sus propios alimentos.
El complejo proceso que permitió a estos grupos pasar de una economía depredadora a una productora recibe el nombre genérico de neolitización, aunque con frecuencia también se utiliza la expresión "revolución neolítica" . El Neolítico,
que no debe entenderse como un período cronológico concreto, sino como
una etapa dentro de la evolución de las diferentes sociedades humanas,
tuvo una difusión casi universal, aunque no surgió al mismo tiempo ni se
desarrolló con un ritmo uniforme en todas las regiones del planeta -en
lugares remotos, todavía hoy pueden encontrarse culturas neolíticas-.
Cada
núcleo original, que coincide con zonas de la Tierra donde existían
animales y plantas susceptibles de ser domesticados -como Oriente
Próximo, China, Mesoamérica o la región andina-, evolucionó y se
difundió de forma independiente. Así, no se puede hablar de una "cultura neolítica",
sino de infinidad de éstas. Cada cultura surgió y se desarrolló en un
entorno natural distinto y, consecuentemente, tuvo que adaptarse a
recursos y materiales muy dispares. Una de las principales razones de la
transformación económica y cultural vivida por las sociedades humanas
se encuentra en el cambio climático que se produjo al finalizar la
última glaciación y que inauguró el período Holoceno, el último de la actual era geológica.
Durante
éste, las temperaturas aumentaron considerablemente y, paulatinamente,
los hielos que cubrían la mayor parte del planeta se fundieron y
quedaron relegados a las regiones polares y a las altas montañas. Con el
deshielo, además, se inundaron amplias zonas costeras.
La
alteración climática comportó la desaparición de muchas plantas y la
migración o extinción de las especies animales que habían garantizado la
supervivencia del hombre del Paleolítico. Estos cambios en la
vegetación y la fauna, unidos al constante aumento de la población,
rompieron el equilibrio existente entre las necesidades de las
comunidades humanas y los recursos naturales; y, así, el Homo sapiens se vio forzado a modificar sus costumbres alimenticias para no desaparecer.
A
finales del Paleolítico, sin embargo, la humanidad ya había adquirido
la madurez cultural y el progreso técnico necesarios para afrontar este
reto. Así se inició la etapa de transición al Neolítico que los
historiadores y arqueólogos denominan Mesolítico , durante la cual,
gradualmente, los cazadores y recolectores aprendieron a controlar la
producción y el consumo de los alimentos.
PRIMERAS CIVILIZACIONES: La civilización, según parece confirmar la arqueología, empezó en Sumer.
En esta pequeña región de la Baja Mesopotamia, anegada hasta finales
del Neolítico por las aguas del mar, las avanzadas sociedades agrícolas
de la Edad del Cobre encontraron un paisaje inédito en el que crecer y prosperar.
Pero
para conseguirlo, primero, tuvieron que organizarse y aprender a
controlar las crecidas de los ríos. Así fue cómo apareció la agricultura
de regadío y, junto a ella, algunos de los inventos más extraordinarios
que ha pergeñado la humanidad, como el arado, el transporte rodado o la
escritura.
Las
sociedades salidas de este nuevo modelo económico, imbuidas por un
profundo espíritu religioso y plenamente jerarquizadas, vieron cómo sus
antiguas aldeas se convertían en grandes ciudades y, pronto, se toparon
con la necesidad de poner orden a su complejo funcionamiento interno.
Esto aumentó el poder de aquellas personas que habían dirigido y
coordinado el progreso colectivo y, de tal suerte, aparecieron los
primeros líderes políticos y religiosos.
La
prosperidad de las ciudades sumerias cimentó luego gobiernos de reyes
independientes, que entre 2800 y 2350 a. C. se disputaron el dominio de
la región. El triunfo, sin embargo, fue para un príncipe extranjero. El
semita Sargón fundó sobre la civilización sumeria el Imperio
acadio, el primero de la Antigüedad, e inauguró un proceso secular por
el cual los pueblos de pastores nómadas invadirían las fértiles tierras
de Mesopotamia a cambio de asimilar la cultura de los vencidos.
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