Introducción
Sin duda uno de los procesos más
impresionantes del universo es la transformación de la materia
inorgánica en vida, de vida en conciencia; pero sobre todo las
condiciones materiales para la transformación de la conciencia animal en
pensamiento humano y la relación de éste con la transformación social
del medio natural en cultura humana y, llegados a un punto crítico: el
surgimiento de la civilización y su inseparable compañero: los
antagonismos de clase.
Hoy, gracias al desarrollo de la
ciencia, vinculada al desarrollo de las fuerzas productivas impulsadas
por el desarrollo del capitalismo, tenemos ya un bosquejo general de ese
increíble y apasionante proceso. Por sí mismo los resultados de la
ciencia constituyen una confirmación de la visión materialista del
mundo. Si bien la ciencia nos proporciona, en éste terreno como en
otros, la materia prima para el pensamiento con una gran cantidad de
descubrimiento que involucran disciplinas como la biología, la genética,
la antropología, la arqueología, etc; a la filosofía le queda la tarea
de la interpretación, la deducción de leyes del desarrollo y la
extracción de conclusiones generales. Sin duda la ciencia sin filosofía
se torna ciega y la filosofía sin ciencia se vuelve metafísica.
El materialismo dialéctico es el método
del marxismo, representa una concepción general del mundo que afirma que
el universo, la sociedad y su reflejo: el pensamiento se encuentran en
un proceso interminable de cambio a través de saltos bruscos y
repentinos por medio de contradicciones, desarrollando una tendencia
general hacia la complejidad progresiva. El materialismo histórico no
es más que la aplicación del pensamiento dialéctico al estudio de la
historia. La tesis fundamental del materialismo histórico la explica
Marx en su célebre pasaje de la Introducción a la Crítica de la Economía
Política diciendo que “en la producción social de su vida, los
hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de
su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una
determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El
conjunto de estas relaciones de producción forman la estructura
económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la
estructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas
formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material
condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en
general. No es la conciencia del hombre la que determina sus ser, sino,
por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al
llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas
materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de
producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de
esto con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han
desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas
productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre
así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se
revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura
erigida sobre ella”(1). El objeto de estudio del “Materialismo
histórico” es, pues, la historia humana desde el punto de vista de sus
leyes inmanentes.
De acuerdo con esta concepción de la
historia la explicación del proceso histórico se encuentra en la
producción y reproducción de la vida, reproducción basada, por un lado,
en la reproducción sexual de la especie y, por el otro, en la producción
de los medios de vida por medio de la producción de herramientas. Para
que el ser humano pueda estar en condiciones de hacer historia primero
debe estar en condiciones de poder vivir; para vivir necesita
alimentarse, vestirse y producirse las herramientas necesarias para
ello; pero el hombre no es un ser abstracto y genérico sino que es un
ser concreto y social que al producir su vida establece relaciones de
producción determinadas por el grado de evolución de sus fuerzas
productivas. Así por ejemplo los instrumentos de “la edad de piedra”,
determinan relaciones sociales igualitarias en virtud de la limitada
productividad del trabajo humano y la naturaleza de su producto. La
invención de la agricultura y la ganadería determinan un cambio en las
relaciones sociales y la división social del trabajo (surgimiento de las
clases sociales) en virtud de la producción de un excedente por encima
de las necesidades básicas. El surgimiento de la agricultura intensiva
por medio de sistemas de regadío determinan el surgimiento de lo que
Marx llamaba “despotismo asiático” en virtud del cual una casta
privilegiada por medio de un estado centralizado reclutaba a un ejército
de hombres en la construcción de empresas estatales. En ciertas
condiciones la existencia de estamentos privilegiados decantaba en el
surgimiento de la esclavitud como modo de producción dominante (la
existencia de condiciones privilegiadas para el comercio marítimo en el
Mediterráneo posibilitaron el que la mano de obra esclava fuera una
mercancía abundante que se volviera una relación social predominante en
estados como el Fenicio, Griego y Romano). La extensión de la producción
agrícola (más extensivas que intensivas) a niveles sin precedentes
durante el periodo romano determinó las condiciones para el surgimiento
del feudalismo: la existencia de señores feudales y ciervos atados a la
tierra y obligado a pagar tributo. La circunnavegación de África y el
descubrimiento de América dio un impulso al comercio desarrollando las
ciudades y una nueva clase social que basaba su poder en nuevas fuerzas
productivas –burguesía- ( proceso que parte desde los gremios feudales y
su estructura artesanal, hasta la manufactura y la gran industria
moderna). En cada uno de estos casos observamos una revolución en las
relaciones de producción en función del desarrollo de la ciencia y la
técnica. Ésta base material de la sociedad determina la superestructura
ideológica e institucional de la sociedad (Estado e ideología). La
ciencia va evolucionando dentro de la estructura de ciertas relaciones
de producción y de ciertos reflejos ideológicos y instituciones
encargadas de mantener el status quo (un sistema socioeconómico dado),
el desarrollo gradual de las fuerzas productivas llega a un punto
crítico en el cual dicho desarrollo entra en contradicción con las
relaciones de producción, la ideología dominante y las instituciones
vigentes; entonces surge un periodo de revolución social que determina
el surgimiento de nuevas ideas que indican el preludio de un nuevo y más
progresivo modo de producción en donde se ponen a tono la
superestructura con las fuerzas productivas. La revolución neolítica,
el surgimiento de las primeras civilizaciones, el colapso del imperio
romano, la Revolución Francesa, etc; son la expresión de que las
relaciones sociales anteriores habían entrado en contradicción con el
desarrollo de las fuerzas productivas, esa contradicción es resuelta por
medio de una serie de revoluciones sociales que ponen más o menos en
armonía las relaciones sociales, la superestructura institucional y la
ideología (que había germinado en el seno de la ideología anterior ahora
caduca) con dichas fuerzas productivas.
De hecho, de manera implícita o
explícita, esta es la forma en que la antropología moderna se aproxima
al desarrollo histórico que va del mono al hombre. Incluso aunque el
antropólogo tenga una concepción idealista o postmoderna de la historia
(Boasianos o particularistas históricos) opera el 90% de los casos con
una clasificación de la historia que se basa en una concepción
materialista de ésta. De manera muy simplificada, con el objetivo de
poner de relieve la óptica correcta del marxismo, podemos decir que la
historia del surgimiento humano se comprende en relación con las
revoluciones tecnológicas que transforman al mono en hombre. Desde hace
unos 6 millones de años, cuando aparece el Australopithecus, hasta hace
unos dos millones de años dominan las leyes de la biología para explicar
el comportamiento y la vida de estos ancestros nuestros, sin embargo,
su transformación hacia la ruta humana se debe, fundamentalmente, a la
fabricación de herramientas posibilitadas por la liberación de la mano y
la postura bípeda; el género homo se define por su relativa
independencia de pautas biológicas a favor de patrones culturales
determinados por la base material de producción, especialmente por su
capacidad de fabricar herramientas específicas; el primer paso que nos
separa del reino animal se dio con las primeras herramientas de piedra
(conocidas como técnica olduvaiense) que fueron legadas por el homo
habilis hace unos dos millones de años; la interacción entre el hombre y
sus fuerzas productivas, por un lado, y la naturaleza cambiante por el
otro, nos lleva, con el homo erectus y el homo ergaster, al siguiente
salto hace poco más de un millón de años con una tecnología superior
(tecnología acheliense) y con la domesticación del fuego; hasta este
punto lo más probable es que las fuerzas productivas obligaran a estos
hombres prehistóricos a ser carroñeros más que cazadores constituyendo
el periodo histórico conocido como paleolítico inferior o fase inferior
del salvajismo; las mismas contradicciones que nos llevan del habilis al
erectus nos llevan del erectus al los sapiens-arcáicos, especialmente
al neandertal (hace unos 300 mil años), los cuales con una tecnología
superior (conocida como técnica levalloisiense o musteriense) comienzan a
demostrar una capacidad de simbolización y abstracción propiamente
humanos y, específicamente con los neandertales, la capacidad de
conquistar los climas helados de la última glaciación y a la caza de
presas mayores como los enormes mamuts, abriendo el paleolítico medio o
fase media del salvajismo; el final de la glaciación (fin del
pleistoceno) somete a prueba a estor protohumanos de los cuales surge
triunfante el sapiens-sapiens que ya había surgido y cohabitado con las
sapiens arcáicos hace más de 100 mil años demostrando una capacidad de
adaptación tecnológica con la que no contaban las otras especies
humanas. Es nuestra propia especie la que da el gran salto cultural hace
unos 40 mil años durante el apogeo del comunismo primitivo y con el
surgimiento de una diversidad tecnológica sin precedentes que muestra
todo el potencial del modo de producción comunista de la edad de piedra
significando el paleolítico superior o fase superior del salvajismo;
esplendor bruscamente interrumpido, hace unos 13 mil años, por el corto
periodo mesolítico que prepara finalmente a la trascendental revolución
neolítica hace unos 12 mil años donde entramos al periodo conocido como
barbarie.
El surgimiento de las clases sociales y,
posteriormente, el estado (fenómeno conocido como civilización) nos
muestra, por otro lado, un punto de inflexión decisivo impulsado por
primera vez hace unos 12 mil años fundamentalmente por con la llamada
“revolución neolítica” o el surgimiento de la agricultura y la
ganadería. Éste salto brusco en la historia nos muestra de manera muy
clara y diáfana el papel del desarrollo de las fuerzas productivas en la
transformación de las relaciones sociales y del conjunto de la
superestructura social; representa una de las confirmaciones más
espectaculares de las ideas fundamentales del materialismo histórico.
Este salto resulta clave pues se puede estudiar de una forma
“químicamente pura” el surgimiento de las clases sociales con todas sus
repercusiones en todos los aspectos de la cultura; proceso que comienza
con el surgimiento de jefaturas y termina, hace unos 6 mil anos, con el
surgimiento de un monstruo llamado estado, y con éste nace la escritura,
la arquitectura, la filosofía, la astronomía, la religión y el papel
que en todo ello jugó el desarrollo de las fuerzas productivas. En suma
la historia del proceso que nos lleva del mono al hombre resulta un
proceso dialéctico: un desarrollo en espiral lleno de tensiones o
contradicciones que son superadas dolorosamente con nuevas revoluciones,
que presenta una gráfica que tiene ascensos bruscos que superan cambios
acumulativos así como caídas abruptas y, sin embargo, presenta una
tendencia general hacia un aumento progresivo del control de hombre
frente a la naturaleza y cuya constante es la transformación gradual
interrumpida por asombrosas revoluciones; proceso que ratifica de una
manera asombrosa las tesis centrales del materialismo histórico.
Con esta perspectiva resulta apasionante
determinar el salto dialéctico en donde las leyes de la evolución
biológica quedan subsumidas por las leyes de la evolución histórica, es
decir, el punto crítico en donde se puede legítimamente hablar de
historia humana en lugar de evolución natural. La historia humana – si
bien convencionalmente se divide a la historia en periodo prehistórico e
histórico, es claro que aquí nos referimos a historia en el sentido
amplio- existe desde que los homínidos fueron capaces de transformar de
manera más o menos conciente su propio entorno y con ello transformarse a
sí mismos y sus relaciones sociales (creando cultura, lenguaje, arte,
eventualmente instituciones estatales, etc)(2); la fabricación de
herramientas, la transformación social del hombre en conjunto son sus
herramientas (conjunto llamado fuerzas productivas) constituye la clave
de la historia humana porque es el factor decisivo que nos diferencia
del resto del reino animal y nos sitúa en el terreno de la sociedad
humana: una realidad cambiante que no depende de las leyes de la
biología sino de las leyes objetivas de la historia; leyes descubiertas
por Marx y Engels. Si bien es cierto que sería absurdo estudiar mediante
el materialismo histórico a los primeros homínidos (los
“Australopitecinos”), en el estudio su surgimiento y desarrollo
dialécticos se encuentran las claves de la presión evolutiva hacia el
crecimiento del cerebro y la ruta que nos lleva del “mono” al hombre;
los elementos que nos conducen, pues, de la evolución biológica a la
historia humana se encuentran en germen en éstos antepasados de cerca de
6 millones de años de antigüedad, en ellos se encuentran las claves del
surgimiento de la historia (objeto del materialismo histórico): la
locomoción bípeda y una mano estructuralmente capaz de fabricar
herramientas.
Este estudio nos dará elementos para
determinar la “esencia” del ser humano o su propia especificidad
confirmando la óptica marxista del tema. Nuestra esencia esta en la
capacidad de transformar socialmente nuestro entorno, nuestras
relaciones sociales y a nosotros mismos por medio del desarrollo de
herramientas, en supeditar a la naturaleza a nuestras propias relaciones
sociales objetivas que reflejan el desarrollo de la fuerzas
productivas, un desarrollo que no depende esencialmente de la
subjetividad humana, sino que, al contrario, refleja e interactúa
dialécticamente con su base material. Se trata de una esencia cambiante,
histórica, concreta. No existe una esencia metafísica, inmutable,
separada de el desenvolvimiento histórico humano; paradójica y
dialécticamente la esencia humana permanece cambiando, su esencia esta
en el cambio o más precisamente en la transformación del medio por el
hombre, por medio de la creación y transformación de ciencia y
tecnología y gracias e ello la transformación del hombre en sus
relaciones sociales, física e intelectualmente.
Este estudio mostrará la pertinencia y
la vigencia del marxismo y sus principales categorías en el análisis del
surgimiento de la humanidad y la civilización. Se trata del estudio de
un proceso que involucra la validez de los aspectos fundamentales del
marxismo tanto en lo que respecta a su base filosófica (materialismo
dialéctico) como a muchos de las derivaciones de su aplicación a la
historia (materialismo histórico) como es la teoría de la lucha de
clases, el significado y el papel del estado, la relativa dependencia de
la superestructura con respecto a su base (infraestructura); así como a
lo que el mismo surgimiento de la humanidad nos tiene que decir, a la
luz de la teoría marxista, con respecto a la esencia misma del hombre,
su peculiaridad y lo que todo ello nos sugiere con respecto a los males y
las esperanzas de nuestro tiempo y las expectativas de un mundo mejor.
¿Existe progreso en la historia?
El estudio de la hominización, el
surgimiento de las clases sociales y la civilización pone en evidencia
que la historia no es un proceso azaroso o caprichoso, sino que tiene
leyes que determinan su desarrollo, que determinados resultados son más
posibles que otros tomando en cuenta la producción material de la vida y
que condiciones productivas similares dan como resultado estructuras
sociales, instituciones e ideologías similares. Y dialécticamente cada
fenómeno convergente (por ejemplo la existencia de sociedades de
despotismo asiático que se refleja en la construcción de pirámides en
sociedades sin ningún tipo de contacto) tiene sus propias
peculiaridades. En otras palabras la historia es un proceso convergente y
divergente al mismo tiempo pero tanto la divergencia como la
convergencia pueden ser comprendidas de manera científica si somos
capaces de descubrir los procesos materiales que las determinan. Al
mismo tiempo la sucesión de diferentes modos de producción que se
condicionan dialécticamente expresa un desarrollo progresivo en cuanto a
la productividad del trabajo y el desarrollo de la ciencia y la
técnica.
La idea de que existen sociedades más
progresivas que otras encuentra resistencia entre la escuela del
particularismo histórico y la tendencia relativista del
“pluriculturalismo”, se afirma que toda cultura es tan valiosa como
cualquier otra y que es imposible, además de retrógrado, hablar de
superioridad de las culturas. Afirmar que una cultura es más elevada que
otra es menospreciar la cultura, etnocentrismo, ignorar la diversidad
cultural y favorece la opresión y desaparición de culturas diferentes a
la nuestra. Sin embargo estas objeciones se basan en un malentendido
(basado en una profunda diferencia de metodología) cuando se orientan
contra la visión marxista de la historia.
Los marxistas no estudiamos a la
historia desde un punto de vista sentimental o de aprecio abstracto.
Podemos compartir con el “multiculturalismo” la opinión de que toda
cultura, cada pueblo tiene elementos valiosos sin negar el hecho de que
existe un desarrollo progresivo de la historia. Nuestra valoración de
las culturas humanas no es abstracto como en el caso de los
multiculturalistas porque, a diferencia de éstos, nosotros sabemos que
la cultura de cada sociedad determinada está muy lejos de ser homogénea y
que, por el contrario, se encuentra dividida por contradicciones que
reflejan intereses de clase, que la cultura dominante, aún cuando
contenga elementos valiosos que se heredan a sistemas socioeconómicos
más progresivos, es la cultura de la clase dominante. Compartimos la
preocupación por la opresión y el etnocidio que produce la sociedad
contemporánea –el marxismo tiene como objetivo la emancipación de los
trabajadores-; pero comprendemos que la opresión y la desaparición de
las culturas ancestrales se basa en la naturaleza misma del capitalismo y
que la solución de éste problema está en la lucha contra el modo de
producción capitalista y la lucha por el socialismo: un modo de
producción que posibilitaría la autodeterminación de los pueblos y la
preservación y cultivo de los elementos valiosos de la cultura
universal. Lamentablemente los “multiculturalistas”, ni mucho menos los
boasianos (cuya teoría desarrollada por Franz Boas nació como reacción
contra la teoría marxista de la historia), ven la vinculación entre la
autodeterminación de los pueblos con la lucha por el socialismo. Tanto
el multiculturalismo como el particularismo histórico son teorías que
tienen como consecuencia práctica la imposibilidad de comprender de
manera científica a la historia y, consecuentemente, no están en
posibilidad de ofrecer una alternativa. En verdad los pueblos oprimidos
no ganan en autodeterminación ni un milímetro por el hecho de que en las
academias se afirme la diversidad abstracta de las culturas; incluso
esa diversidad que los multiculturalistas defienden incluye la
“diversidad” de clase, disfraza la explotación bajo la máscara de la
diversidad y la tolerancia; no se trata más que de una vacua abstracción
que intenta ocultar la opresión concreta y que los oprimidos sean
tolerantes con la explotación. El “particularismo histórico” de Boas y
Margaret Mead confiesa explícitamente la imposibilidad de encontrar
leyes históricas dejando en su lugar la recopilación, muchas veces
valiosa, pero por sí misma estéril y siempre ocultando premisas teóricas
que determinan la recopilación de hechos.
¿En donde radica el factor determinante
que nos permite hablar de progreso en la historia?. Si nosotros tratamos
de avaluar el progreso en términos morales o subjetivos no saldríamos
de la arbitrariedad y los gustos y prejuicios del intérprete; esta vía
justificaría plenamente la posición relativista y abstracta de los
multiculturalistas. Si comparáramos desde el punto de vista de la moral
abstracta a las sociedades pre-estatales, como los bosquimanos, con la
moderna sociedad capitalista, ésta última no saldría muy bien parada;
mientras que probablemente nos inclinaríamos por la libertad, la
igualdad y la fraternidad si comparáramos estos valores abstractos de la
revolución francesa con la moral monástica del feudalismo (un monje
quizá opinaría diferente). Con este criterio no iríamos más allá de las
frases de catecismo y la historia moralizante. Si evaluáramos el
progreso historia desde el punto de vista de los logros estéticos habría
tantas opiniones como gustos tenga el observador: qué es más valioso
¿la pinturas rupestres de Francia y España o la pintura bizantina del
Medievo?, ¿la estructuras megalíticas de Stoneheinge o la pirámides de
Egipto?. A su manera todos estos logros estéticos y arquitectónicos
marcan cumbres en la capacidad estética del ser humano.
No obstante, la cosa cambia si evaluamos
el progreso en términos materialistas, es decir, desde el punto de
vista del control, que un modo de producción determinado, da a los
hombres sobre la naturaleza; es decir, desde el punto de vista del
desarrollo de las fuerzas productivas y la capacidad de estas para
desarrollar la productividad del trabajo; este criterio no es arbitrario
porque refleja lo específicamente humano: la producción de su vida por
medio del trabajo y la producción de herramientas. Desde éste punto de
vista es claro que el capitalismo, a pesar de su moral individualista y
egoísta, es infinitamente superior al comunismo primitivo en sus fuerza
productivas y por tanto, en la productividad del trabajo humano. La
superioridad de un modo de producción con respecto a otro se refleja en
el aumento absoluto de la población, en la progresiva división del
trabajo, en la agricultura intensiva, en el desarrollo del comercio, en
la extensión e intensidad de la producción. Ello se refleja en términos
ideológicos en fenómenos como el surgimiento de nuevas ramas del saber:
en el surgimiento de la filosofía y la ciencia, en el surgimiento de la
religión a partir del pensamiento mágico, en el surgimiento de la
ciencia a partir de la religión. En última instancia la sucesión de
diversos modos de producción hasta llegar al modo de producción
capitalista prepara las fuerzas productivas que posibilitan las
condiciones materiales para la abolición de la sociedad de clases, la
abolición de la propiedad privada de los medios de producción y la
instauración de una sociedad sin clases basado en la superabundancia.
Será un regreso al comunismo primitivo sobre bases infinitamente
superiores. Al mismo tiempo que cada modo de producción describe un
desarrollo progresivo sobre en el control de los hombres sobre la
naturaleza este progreso está lejos de ser lineal e incluso homogéneo en
cuanto observamos sus consecuencias en la superestructura social. Así
la moral de la sociedad de clases parece una caída (y desde un cierto
punto de vista lo es) de la humanidad desde el pedestal de la moral del
comunismo primitivo, mientras que el conocimiento de ciertos aspecto de
la naturaleza avanza con el desarrollo de las fuerzas productivas de la
sociedad de clases ( por otro lado un bosquimano observa más detalles de
la naturaleza a simple vista que ni el mismo Einstein sería capaz de
detectar); la filosofía griega aparece como un enorme paso adelante
frente a el mito y la religión de las sociedades de “despotismo
asiático”; por otro lado la situación de las masas trabajadoras no
resulta muy bien parada si la comparamos con la situación de relativa
abundancia del despegue cultural de hace cuarenta mil años (apogeo del
comunismo primitivo); pero dicho nivel de vida se queda corto si, a su
vez, lo comparamos con la riqueza en la que vivía la clase dominante
romana. En suma el progreso histórico es contradictorio y está lleno de
contrastes, no obstante desde el punto de vista decisivo y fundamental
del desarrollo de las fuerzas productivas el esclavismo es superior al
comunismo primitivo, es feudalismo al esclavismo, el capitalismo al
feudalismo y el verdadero socialismo lo será el comparación al decadente
sistema capitalista.
Australopitecinos: las condiciones materiales para la transformación del mono en hombre
“El trabajo es la fuente de toda la
riqueza, afirman los especialistas en economía política” no dice Engels,
“Pero es muchísimo más que eso. Es fundamental y primera condición de
toda existencia humana, y ello en tal medida que, en cierto sentido,
debemos decir que el trabajo creó al hombre”. En realidad la
antropología moderna ha confirmado esta tesis fundamental para el
materialismo histórico: el trabajo y la fabricación de herramientas nos
transformó en humanos, tal como se ven obligados a aceptar, no sin
cierta precaución, antropólogos que no pueden ser acusados de ser
marxistas: “el género homo es el primero en sufrir una serie de
transformaciones que probablemente se originaron con la construcción de
estas herramientas líticas: expansión del cerebro, modificación de la
pelvis femenina para acomodar fetos con mayor cerebro y reducción del
tamaño de los dientes, rostro y mandíbulas”(3). Sin embargo, en el reino
animal el hombre no es el único ser que fabrica herramientas, una
amplia gama de seres vivos las fabrican, incluso –aunque parezca
increíble- algunos insectos llegan a fabricarlas: “la avispa Amophila
urnaria aplana los laterales de su nido con una piedrecita sujeta entre
las mandíbulas. Las larvas de hormiga león se colocan semienterradas en
el fondo de sus trampas en forma de embudo; con un movimiento brusco de
la cabeza envían una lluvia de arena contra los pobres bichos que tratan
de huir por la empinada pared. Las hormigas Myrmicene mojan pedacitos
de madera y hojas en alimentos viscosos, como miel, pulpa de frutas y
fluidos orgánicos de presas, esperan que las sustancias se adhieran o
empapen la madera y regresan con ella al hormiguero”(4).
Entonces, ¿Cuál es la diferencia entre
el trabajo de los insectos y el trabajo humano?, ¿porqué la nutria no se
transformó en algo parecido al hombre si ella utiliza una roca como
herramienta para abrir ostras?. La gran diferencia es que los animales
fabrican herramientas porque están condicionados genéticamente para
hacerlas, no pueden elegir actuar de otra manera ni pueden adquirir
nuevos conocimientos y heredarlos mediante el aprendizaje a su
descendencia; la avispa tiene un gen para fabricar su curiosa
herramienta de la misma manera en que tiene un gen para tener alas.
Mientras que en el hombre (y en mucho menor medida nuestro primo el
chimpancé) las fabricación de herramientas se convierte en un proceso
cultural que no se hereda genéticamente sino que se aprende, evoluciona y
se transforma progresivamente subordinando a la naturaleza, los
instintos y los genes. La fabricación de herramientas crea historia y
transforma física y socialmente al hombre mientras que la nutria no se
ha transformado, ni se transformará en un ser más inteligente por el
hecho de romper ostras con una piedra; en la nutria esa actividad no
marca un salto cualitativo fundamentalmente porque no forma parte
esencial de su modo de sobrevivir. La fabricación de herramientas por el
hombre, dadas las características estructurales de la mano humana y su
carácter social, implica y genera una capacidad de abstracción,
previsión y generalización que no necesita la nutria ni mucho menos la
avispa para hacer sus herramientas; tampoco esta en condiciones de
generar ese potencial. Incluso la fabricación de herramientas por un
chimpancé es cualitativamente superior a la de la nutria, el chimpancé
aprende y no esta condicionado genéticamente para hacerlas, incluso
encontramos variantes “culturales” de fabricación de herramientas entre
chimpancés de diferentes regiones; algunos chimpancés, por ejemplo, son
capaces de utilizar una rama sin hojas para capturar termitas, utilizan
hojarasca como espoja para beber agua; tienen una cultura muy
rudimentaria (algunos simios tienen la tradición de limpiar su alimento
con el agua de mar). Incluso aquí encontramos una diferencia cualitativa
entre el simio y el hombre; los simios no tienen necesidad de fabricar
herramientas de manera habitual para sobrevivir porque, en condiciones
normales, pueden obtener todo lo que requieren directamente de su
entorno natural; sólo en condiciones límite y de una manera muy
rudimentaria nuestros primos fabrican herramientas. Por el contrario la
fabricación de herramientas por el hombre es una actividad esencial sin
la cual el ser humano no podría sobrevivir; esta actividad es el factor
que, en última instancia, determina su evolución histórica e incluso su
transformación física. ¡Por ello ningún chimpancé ha generado la
capacidad de escribir poesía, esculpir El David de Miguel Ángel ni tener
la capacidad lingüística de los seres humanos¡.
El comportamiento de los chimpancés
resulta relevante porque nos da una idea del punto de partida de la
evolución humana. La prueba de que no se requiere más que e cerebro de
un chimpancé y encontrarse en una situación límite para dar muestras de
ingenió que superarían la inteligencia de George Bush o la de algunos
diputados la proporcionaron unos chimpancés de un parque cercano a
Atlanta quienes “partieron grandes palos y los introdujeron en las
grietas de una cerca de 6 metros. Luego subieron por ellos, como los
montañeros por la clavijas cuando escalan una pared, y huyeron por
arriba (…) Mi ejemplo favorito” dice Marvin Harris “es el de los
chimpancés que desarrollaron el hábito de alumbrarse la cavidad bucal
mediante una linterna para limpiarse los dientes y la garganta con los
dedos, mirándose en un espejo”(5). Estos ejemplos asombrosos dan una
idea de las proezas, en cuanto a fabricación de herramientas, que
pudieron lograr los australopithecus dotados con el cerebro de un
chimpancé y situados en un contexto que los obligaba a fabricar
herramientas. Lamentablemente para los chimpancés no contaron con la
motivación evolutiva que les permitiera salir del reino animal. “el
repertorio, relativamente breve, de conductas tecnológicas observadas en
estado natural no refleja falta de inteligencia, sino falta de
motivación. En estado natural, normalmente, son capaces de satisfacer
las necesidades cotidianas de un modo eficaz, desde el punto de vista
coste-beneficio, utilizando los recursos físicos con los que les ha
dotado la naturaleza”(6).
El primer homínido conocido (el
Australopitecus Aferensis) del que se tiene seguridad que fue
completamente bípedo –el ardipithecus ramidus (4,4 millones de años)
representa a una especie anterior que pudo haber sido la primer especie
homídida- seguramente fabricó hace 4 millones de años herramientas
rudimentarias (si bien ninguna que pudiera ser preservada y estudiada
por los antropólogos) de la misma forma que el chimpancé. Pero había una
pequeña gran diferencia entre los chimpancés y los autralopitecus: los
Australopitecinos: caminaban en dos píes. La evidencia al respecto no
sólo proviene de su estructura pélvica que no deja lugar a dudas sino de
un conmovedor conjunto de huellas preservadas por la ceniza volcánica,
tan antiguas como 3.5 a 8 millones de años, descubiertas en 1976 en
Laetoli Tanzania. Se trata de “(..) unas 70 o más huellas continuas de
dos individuos, en una distancia de unos 6 metros. La evidencia más
larga tiene cerca de 30 huellas de individuos caminando sobre sus dos
pies, con una postura y balance claramente humanos. Una segunda huella
es la de un individuo más pequeño que sigue las huellas del primero. Las
huellas parecen humanas por presentar un arco bien definido, con la
ausencia del pulgar divergente, característico de los grandes simios”(7)
Estos homínidos contaban con el
potencial físico para la fabricación de herramientas, ¡el cerebro de un
chimpancé y la posición erecta era todo lo que se necesitaba¡. A
diferencia de los chimpancés, nuestros ancestros Australopitecinos,
estaban en un contexto ecológico que los situaba en situación límite y
que obligaba a realizar ese potencial y fabricar herramientas con mucha
más frecuencia que los chimpancés: los bosques retrocedían y las sabanas
avanzaban; en este contexto tanto el bipedalismo como la fabricación de
herramientas, estrechamente vinculados, representaban una ventaja
evolutiva para aprovechar recursos alimenticios que se encontraban en la
tierra, transportar primitivas herramientas de madera y rocas para
moler semillas, transportarse a grandes distancias en espacios abiertos y
detectar a potenciales depredadores de manera similar a como lo hacen
actualmente los suricatos en África y quizá para regular la temperatura
corporal al limitar la superficie expuesta al sol y hacer más eficiente
la sudoración corporal. Las causas se convirtieron en efectos y los
efectos en causas: la posición erguida liberó la mano y facilitó la
fabricación regular de herramientas y con la fabricación de herramientas
se fue desarrollando la posición erguida; la diferencia entre manos y
pies; la reducción de tamaño de dientes rostro y mandíbulas y sobre todo
las tendencias hacia el crecimiento del cerebro, junto con la
concomitante transformación de la pelvis, en una muestras asombrosa de
que al fabricar no fabricábamos nosotros mismos: Engels ya había
subrayado las implicaciones revolucionarias de la posición erecta cuando
señala que “la acción de trepar asigna distintas funciones a las manos y
los pies, y cuando su modo de vida implica la locomoción en suelo
llano, estos monos olvidaron poco a poco la costumbre de usar la manos
para caminar y adoptaron una postura cada vez más erguida. Este fue el
paso decisivo de la transformación del mono en hombre”.
La mano así liberada se transformó así
misma al mismo tiempo que modificaba su entorno y al propio
Australopithecus creando el instrumento de producción más increíble
sobre la faz de la tierra: la mano humana. “Así pues” nos señala Engels
en una pasaje clásico que conserva todo su valor después de más de 100
años de haber sido escrito “la mano no es sólo el órgano del trabajo,
sino también el producto del trabajo. El trabajo, adaptación a
operaciones siempre renovadas, herencia de músculos, ligamentos y, a lo
largo de prolongados periodos, huesos que pasaron por un desarrollo
especial y el siempre renovado empleo de ese refinamiento heredado en
operaciones nuevas, cada vez más complicadas, otorgaron a la mano humana
el alto grado de perfección necesario para crear los cuadros de un
Rafael, las estatuas de Thorwaldsen, la música de un paganini”(8). Pero
no sólo la mano es el producto del trabajo, sino, lo más asombroso, el
órgano que representa a la materia más altamente organizada en el
universo conocido, la materia que ha cobrado conciencia de sí misma: el
asombroso cerebro humano.
Resultó una sorpresa cuando los
antropólogos descubrieron que los Australophitecus tuvieron el cerebro
de un chimpancé (alrededor de 415 cc), ¡en realidad eran poco más que
chimpancés erectos¡. “Sabemos por medio del registro de fósiles que
otros cambios físicos importantes como la ampliación del tamaño del
cerebro, la modificación de la pelvis femenina para permitir el
alumbramiento de crías con mayor cerebro y la reducción de la cara,
dientes y mandíbulas no se produjeron hasta hace unos dos millones de
años, tras la aparición del bipedalismo. También pueden haberse
producido en esa época otras características humanas, como el aumento
del tiempo de dependencia de las crías jóvenes respecto de sus padres y
el aumento de la ingesta de carne en la dieta habitual.”(9). Desde el
punto de vista materialista, sin embargo, esto es perfectamente lógico y
expresa lo que es propio de la humanidad y lo que explica su
surgimiento. Representa una confirmación brillante del materialismo
filosófico porque refuta la tesis idealista según la cual la esencia del
hombre y el motor principal en su surgimiento están en el pensamiento;
más bien al contrario lo que nos transformó en humanos y lo que es
específico del hombre se encuentra en la capacidad de transformar el
medio, transformación que se torna conciente conforme los homínidos se
van transformando a sí mismos –en vinculación con el medio y las leyes
de la selección natural- en hombres. No obstante conforme la presión
evolutiva, determinada por la fabricación de herramientas, impulsaba el
crecimiento del cerebro la relación dialéctica entre el homínido y al
medio ambiente comenzaba a convertirse en su contrario. Con el género
Homo presenciamos el comienzo de la dominación de la naturaleza por el
hombre y la supremacía de la cultura, y no las leyes biológicas, para
explicar el desarrollo humano. Es verdad lo que explicaba Engels hace
más de 150 años: ¡el trabajo convirtió al mono en hombre¡.
A pesar de éste comportamiento sin
parangón en el reino animal nuestros ancestros australopithecinos
estaban sometidos aún como cualquier animal a la naturaleza y a las
leyes de la evolución biológica, los gérmenes existentes de
comportamiento cultural estaban subsumidos casi completamente a la
biología. Los cambios y el surgimiento de los primeros homínidos –hasta
el surgimiento del genero homo y específicamente al Homo sapiens-
estaban determinados por la dialéctica de las leyes de Darwin y no las
de Marx. No obstante lo que no sabían ni podían saber nuestros viejos
antecesores es que al fabricar herramientas se transformarían
radicalmente en algo muy diferente y crearían algo desconocido hasta
entonces: cultura y el inicio de la maravillosa senda humana. Pero nos
estamos adelantando demasiado. Con los Australopithecinos aún estamos
muy lejos del dominio de la naturaleza. La prueba de ello es que “su
desaparición se ha atribuido a la crisis climática que se inició hace
unos 2,8 millones de años y que condujo a una desertificación de la
sabana con la consiguiente expansión de los ecosistemas abiertos,
esteparios”(10).
Acerca de las divisiones de la prehistoria
Dado que con el género homo entramos, en
sentido amplio, al terreno de la historia humana es necesario aclarar
la terminología usada para dividir los periodos de la prehistoria (es
decir al periodo anterior a la civilización). Engels en su obra clásica
“El origen de la familia propiedad privada y el estado” recupera la
división de las etapas culturales de la prehistoria propuesta por el
antropólogo norteamericano Lewis H. Morgan - que utilizaron antropólogos
célebres como Gordon Childe- quien divide a ésta en Salvajismo,
Barbarie y Civilización, dividiendo las dos primeras en periodos
inferior, medio y superior. La esencia del libro de Engels es mostrar
retomando las partes materialistas de Morgan (en realidad Morgan era
filosóficamente ecléctico y a veces atribuía el progreso histórico a la
evolución de los medios de subsistencia –la parte positiva y perdurable
de su obra- como a la selección natural de las ideas), con los datos
científicos a su disposición, que el desarrollo de las fuerzas
productivas determina las formas de la familia, el conjunto de
relaciones sociales, las ideas dominantes en una sociedad y el
surgimiento del estado, es decir, la confirmación del punto de vista del
materialismo histórico. Por supuesto que nuestra convicción es que los
datos modernos justifican en mayor medida la tesis central de Engels.
Pero es necesario aclarar algunos errores de bulto de las divisiones
utilizadas por Morgan y Engels. Los antropólogos modernos se refieren al
periodo llamado por Morgan salvajismo como paleolítico subdividiéndolo
en edades líticas conocidas como paleolítico inferior medio y superior
(en un apartado posterior veremos las divisiones de este último);
agregando otra fase transitoria al neolítico conocida como periodo
mesolítico -sin equivalente en la terminología de Morgan- inmediata
anterior a la revolución neolítica (conocida por Morgan como Barbarie).
Podemos hacer una conversión a la terminología adoptada por Engels
(basada en Morgan), sin embargo, es necesario considerar que las
divisiones de Morgan estaban asociadas a instrumentos de producción que,
en ocasiones, no corresponden en realidad a dichos periodos dada la
información limitada que poseían sobre el desarrollo de fuerzas
productivas en periodos prehistóricos. Por ejemplo Engels, retomando a
Morgan, creía que en el periodo medio del salvajismo se comenzó con el
consumo de pescados, crustáceos y otros animales acuáticos, además de la
domesticación del fuego; sin embargo, los datos actuales señalan que
fue en el paleolítico inferior (o periodo inferior del salvajismo según
la terminología Morgiana) donde se controló por primera vez el fuego
hazaña lograda por el homo Erectus (si bien aún existen dudas al
respecto) y que una dieta más orientada a pescados y otras fuentes
fluviales se dio más bien en el mesolítico (periodo que no encuentra
correspondencia en la terminología Morgiana); el periodo intermedio del
salvajismo (paleolítico medio en la terminología moderna) esta asociado
con sapiens arcáicos como el neandertal quien se alimentaba, según
sabemos, por carne de presas mayores más que de pescados(11). Por
supuesto que el punto de vista marxista no es refutado por la nueva
terminología, antes bien, al contrario ya que cada fase del paleolítico
esta asociada al desarrollo de las fuerzas productivas incluso
determinadas técnicas de fabricación determinan el paso de una etapa a
otra; en realidad el fondo de la visión marxista se fortalece con nuevas
evidencias y con una división más precisa y clara incluso en cuanto a
la terminología (hace referencia a la materia prima fundamental: la
piedra). En el presente trabajo utilizamos la terminología moderna y la
de Morgan como equivalentes.
Paleolítico inferior (periodo inferior del salvajismo)
Surgimiento del genero Homo, las primeras herramientas
Con el surgimiento del Homo (hace
aproximadamente 2 millones de años) –del cual se han identificado al
menos dos especies: homo habilis y homo rudolfensis- presenciamos ya un
crecimiento notable de la capacidad cerebral (un promedio de 630cc) de
1/3 en realción con los australopithecus, el Homo Habilis fue el primer
homínido en fabricar herramientas de piedra muy simples que pueden ser
descritas como una piedra a la que se le “saca punta” en uno de sus
extremos (tecnología conocida como “olduvaiense”) que pudieron ser
preservadas para el estudio de los antropólogos. Representa una
verdadera revolución, un salto dialéctico hacia adelante en el árbol
frondoso que conduce al homo sapiens (o mejor dicho a las diversas
especies de homo sapiens anteriores al sapiens-sapiens) esta primitiva
tecnología “olduvaiense” –que expresa ya un muy limitado control sobre
la naturaleza- no sufrió cambios en alrededor de 300 o 400 mil años
(hasta el surgimiento del erectus), un periodo de tiempo largo si
comparamos la evolución histórica propia de los sapiens modernos pero un
suspiro en términos evolutivos. Esta lentitud, desde el punto de vista
de la evolución cultural, en la evolución de las fuerzas productivas se
puede explicar porque el hábilis seguía estando sometido a la
naturaleza- de hecho el habilis combinaba muy probablemente la dieta de
plantas, insectos y pequeñas presas con la de carroñero oportunista ya
que su tecnología le impedía enfrentarse con presas mayores- y no a las
leyes de la historia; no obstante su supervivencia ya estaba
fuertemente vinculada a la fabricación de toscas herramientas de piedra
-con las que accedía a la médula de los huesos de animales muertos- y
con ello el comienzo de relaciones sociales que describen pautas
culturales.
Hemos subrayado que la transformación de
la naturaleza transforma las relaciones sociales. El consumo de carne,
mediante la caza de crías y pequeñas presas, pudo jugar un papel muy
importante en el desarrollo de la socialización debido al carácter
colectivo de la caza en contraste con la recolección individual de
plantas y semillas, aquí existe una reacción en cadena que influye sobre
aspectos aparentemente sin relación; en lo relacionado al consumo de
carne nuestros primos los chimpancés son una prueba convincente de ello.
“Generalmente, los chimpancés cazan en grupo y comparten la presa con
los demás. Si un chimpancé no encuentra con quien juntarse abandonará la
caza. Durante todo el proceso de matar, distribuir y consumir las
presas, muestran un entusiasmo y un nivel de interacción social
inusuales. Durante la caza, entre tres y nueve chimpancés tratan de
rodear la presa, moviéndose de un lado a otro por espacio de una hora
para cerrar las posibles vías de escape (…) Los chimpancés sólo
comparten de vez en cuando los alimentos de origen vegetal, pero siempre
comparten la carne, excepto si la presa la captura un chimpancé
solitario en la selva”(12). Es seguro que éste comportamiento haya
estado mucho más presente en el habilis, pero junto con una mayor
ingesta de carne, producto de mejores herramientas, el consumo de
proteínas aumenta considerablemente favoreciendo el desarrollo del
cerebro “Con todo el debido respeto a los vegetarianos” nos dice
sarcásticamente Engels, “el hombre no pudo surgir sin una dieta de
carne, y si esta última, entre los pueblos que conocemos, llevó en una u
otra ocasión al canibalismo (..) ello carece de importancia para
nosotros en la actualidad”
La fabricación de herramientas jugó un
papel crucial en el impulso evolutivo al favorecer el desarrollo de
capacidades de abstracción, previsión, etc; que requieren mayor
capacidad cerebral; en éste comportamiento sin precedentes en el reino
animal se encuentra parte de la explicación de porqué la evolución los
impulsó tan rápidamente al siguiente salto dialéctico de la senda
humana. Como señala Gordon Childe: “En la historia humana, los vestidos,
herramientas, armas y tradiciones, toman el lugar de las pieles,
garras, colmillos e instintos, para la búsqueda de alimento y abrigo.
Las costumbres y prohibiciones, condensando siglos de experiencia
acumulada y transmitida por la tradición social, ocupan el lugar de los
instintos heredados, facilitando la supervivencia de nuestra
especie”(13). Incluso podemos afirmar que la fabricación de herramientas
va mucho más allá, no sólo involucra su papel en la supervivencia, sino
constituye el elemento central que nos permite explicar la totalidad de
la estructura social y de los cambios que operan en ella, su desarrollo
cuantitativo nos lleva irremediablemente a que tarde o temprano se
presente una revolución que abre una nueva fase en el desarrollo de los
modos de producción -así como la acumulación de cambios genéticos nos
lleva tarde o temprano a el surgimiento de nuevas especies-.
Dialécticamente la mano posibilitó el trabajo, éste creó la mano, ambos
desarrollaron el cerebro; el cerebro impulsó el trabajo y el trabajo
transformó al hombre.
El “Planeta de los simios” y la domesticación del fuego
No obstante aunque lo determinante en el
habilis seguía siendo la selección natural, paradójicamente ésta
actuaba sobre la base de la fabricación habitual de herramientas, esto, a
su vez, significó un tremendo impulso al desarrollo evolutivo de tal
forma que en tan sólo unos 300 o 400 mil años después –un parpadeo
evolutivo- el cerebro de los homínidos se duplicó. Aquí tenemos una
reacción en cadena en donde la fabricación de herramientas, la selección
natural, el crecimiento del cerebro, la cooperación, etc; interactúan
recíprocamente convirtiendo a los efectos en causas y las causas en
efectos. Esta interacción nos lleva hacia el siguiente salto dialéctico
de la genealogía humana, “sin duda la etapa más confusa y compleja de la
evolución humana. El sucesor cronológico de los citados Homo rudolfensis y Homo habilis es Homo ergaster,
cuyos fósiles más antiguos datan de hace aproximadamente 1,8 millones
de años”(14) además del ergaster nos encontramos al Homo Erectus con una
capacidad cerebral mucho mayor que su antecesor (oscilando entre los
727 y 1.067 cc).
Es una refutación a la visión
gradualista y lineal de la evolución el hecho de que el árbol
genealógico humano sea tan frondoso y abigarrado e incluso que en
determinado momento el planeta tierra fuera un especie de “planeta de
los simios”. El erectus cohabitó el planeta con otros homínidos como el
Australopitecus Boisei y el Robustus (homínidos de dieta especializada);
y con el asombroso Gigantophitecus un enorme primate desaparecido hace
apenas unos 250000 años, el verdadero Kong-Kong o “sastcuach” de carne y
hueso, de 3 metros de altura y 275 kilos de peso que, se cree, se
alimentaba de bambú. Alguno de éstos hombres primitivos espectaculares,
logró controlar de mejor manera su ambiente, fabricar herramientas de
piedra más efectivas, conocidas como bifaz, caracterizadas por ser
trabajadas en toda su superficie (tecnología lítica conocida en general
como Acheliense) en comparación con las fabricadas por el Habilis. La
única forma en que podían sobrevivir era mediante el reforzamiento de un
comportamientos social basado en la cooperación y la coopartición de
alimentos, es decir, el desarrollo de un comportamiento cultural que se
manifestaba por ejemplo en las diferenciación de tradiciones regionales
en la fabricación de herramientas que se encuentran en India y Europa:
aquí presenciamos ya claras muestras del comienzo de la cultura humana,
es decir, de una transformación relativamente conciente del entorno
(cultura material) y del comportamiento reflejado en el pensamiento
abstracto (cultura espiritual), no obstante, “la lenta tasa de cambio
cultural vinculada con el H. erectus” , nos dice Marvin Harris, “sugiere
con firmeza que su cerebro estaba organizado de forma muy distinta de
los cerebros del moderno sapiens y que carecían de la capacidad
plenamente desarrollada y característicamente humana de adquirir y
modificar pautas culturales de pensamiento y de conducta”(15).
Es probable que con éste salto
dialéctico este hombre primitivo fue capaz de controlar una fuerza de la
naturaleza fundamental: el fuego, una de las más grandes revoluciones
tecnológicas en la historia de la humanidad que marcaría para siempre el
desarrollo humano: fuente de seguridad, calor, acceso a nuevos
hábitats, acceso a nuevos recursos alimenticios por medio del
cocimiento, y propulsor de la imaginación humana; éste descubrimiento y
la obsesión por su preservación sobreviviría en la conciencia colectiva
en la forma de tradiciones ancestrales de fuego eterno presentes incluso
en la llama de los juegos olímpicos. El control del fuego representa
uno de los primeros pasos que separan al hombre del resto del reino
animal, el erectus fue el primer animal que controlo su temor al fuego y
con ello se separó un paso más del mundo animal al que aún estaba
ligado y probablemente aprovechó este temor no sólo para ahuyentar a las
fieras sino como una poderosa herramienta de caza (al poder ahuyentar a
las presas e la dirección deseada y para endurecer sus lanzas); el uso
del fuego transformó literalmente al hombre no sólo porque tuvo acceso a
nuevas fuentes de proteínas que estimularon su inteligencia sino porque
pudo prescindir de molares grandes y mandíbulas fuertes y su rostro
empezó a configurar una apariencia más humana. ¡Literalmente, como
afirma la teoría marxista, el hombre transforma a la naturaleza y al
mismo tiempo se transforma a sí mismo¡. Además de transformarse
físicamente, el control de fuego estímulo la transformación de las
relaciones sociales de los homínidos porque su uso como instrumento de
caza requiere niveles de cooperación y planificación sin precedentes,
además, para cocer la carne hay que destazar al animal, en un lugar
seguro como una cueva, procedimiento que requiere un nivel de
cooperación antes desconocido y luego cocinar los trozos y el alimento
de toda la banda incluso de aquellos que no pidieron participar
directamente como los ancianos y niños. Probablemente estas actividades
sociales implicaron los primeros balbuceos de lo que cientos de miles de
años después se convertiría en el lenguaje humano(16). Con el género
homo las actividades de caza de presas medianas, además de la
recolección, empiezan a cobrar mayor importancia frente a las
actividades de carroñero y eventual cazador de presas menores, y con
ello, quizá la primera división social del trabajo entre hombres
cazadores y mujeres recolectoras (por lo menos las mujeres preñadas o en
periodo de lactancia). A medida que los lazos sociales y los factores
culturales dominaban a los factores puramente biológicos el tiempo de
dependencia de las crías aumentaba, los seres humanos somos la especie
dentro de todos los primates cuya dependencia de las crías es
asombrosamente larga. Una cría de gacela sabe instintivamente casi todo
lo necesario para sobrevivir, ¡los bebes humanos son unos perfectos
inútiles¡ en una muestra incontrovertible de que la mayor parte de la
conducta humana depende de la cultura heredada y transmitida socialmente
y no de los genes.
Con esta tecnología notable y con unos
cerebros superiores por primera vez los homínidos rompimos el cordón
umbilical que nos unía a nuestra tierra de origen (África) para comenzar
la conquista del mundo mediante una serie de oleadas que se extendieron
durante cientos de miles de años hacia Asia, Indonesía y Europa. “Esta
primera migración humana condujo a la diferenciación de dos linajes
descendientes de Homo ergaster: Homo erectus en Extremo Oriente (China, Java) y Homo antecessor/Homo cepranensis en Europa (España, Italia)”(17).
Nosotros (Homo sapiens sapiens)
descendemos de algunos de estos hombres primitivos, o quizá de alguno
que aún no conozcamos, porque a diferencia de otros homínidos como el
Boisei nuestros antepasados de la línea homo no estaban especializados a
ningún hábitat ni alimentación en particular; el éxito de la dieta
especializada del Boisei (semillas y tallos de fibra dura a juzgar por
su dentadura y las fuertes mandíbulas) en un momento dado represento su
mayor fracaso al encerrarlo en un callejón sin salida evolutivo que lo
condujo a la extinción cuando las condiciones medioambientales que
aseguraron su éxito se convirtieron en su contrario. Mientras que el
género homo, que al parecer se encontraba en éste periodo al borde de la
extinción dadas las duras condiciones ecológicas y su carencia de
especialización alimentaria, tuvo que adaptarse perfeccionando y creando
herramientas, transformando su entorno, produciendo sus propios
alimentos y convirtiéndose progresivamente en un animal más social lo
que a la larga aseguraría su absoluta supremacía no sólo con respecto al
resto de los homínidos sino incluso a la naturaleza misma. Como dice la
Biblia (y también la dialéctica) en muchas ocasiones “los últimos serán
los primeros y los primeros serán los últimos”.
A propósito el comportamiento social y
cooperativo demuestra que el egoísmo y la competencia son esencia de una
sociedad dividida en clases y especialmente de la sociedad capitalista y
no de la humanidad en sí. Si algo demuestra el estudio de la genealogía
humana es que la “naturaleza humana” tiende mucho más a la cooperación
que a la competencia y el egoísmo, emanaciones propias de la sociedad de
clases específicamente el capitalismo.
Paleolítico Medio (estadio medio del salvajismo)
El destino trágico del Neandertal, el papel del lenguaje
A pesar de que el surgimiento del
erectus representó una verdadera revolución también significó una etapa
de extremo conservadurismo en la evolución del hombre, expresa el salto
dialéctico que abre una etapa de calma y estancamiento en la tecnología y
el desarrollo de la capacidad cerebral que durará nada menos que ¡un
millón de años¡. Aquí vemos un ejemplo magnífico de la vinculación
dialéctica de calma y revolución. En sí mismo este hecho es una
expresión de la dialéctica en donde largos periodos de tiempo, donde
aparentemente no pasa nada, son escenario de la acumulación de pequeños
cambios que preparan un nuevo salto brusco y repentino. En biología a
este proceso se le conoce como “equilibrio interrumpido” y en el
pensamiento dialéctico a este patrón de desarrollo se le conoce como
“transición de la cantidad a la cualidad” Hegel, en su Lógica, lo llama
“medida”. Este aspecto dialéctico de la evolución biológica es hoy
generalmente aceptada por los biólogos, explicada por el recientemente
desaparecido y afamado biólogo Stephen Gay Gould. Incluso el mismo
Marvin Harris, quien lamentablemente considera a la dialéctica como mera
palabrería, a tenido que aceptar, no sin las clásicas reservas
escépticas, la pertinencia de la teoría dialéctica de Gould: “A medida
que se han ido acumulando más datos sobre la historia evolutiva del H.
erectus, el modelo alternativo “discontínuo” ha ido cobrando
plausibilidad” (18).
El largo periodo de 2 millones de años
anterior al surgimiento del homo sapiens es conocido por los
antropólogos como paleolítico inferior y se caracteriza por primitivos
instrumentos de piedra conocidos como olduvaiense del Habilís y la
acheliense del erectus. Durante todo este periodo las fuerzas
productivas tuvieron un desarrollo relativamente lento que iba aparejado
a la evolución biológica; no obstante hace aproximadamente 250,000 años
surgieron simultáneamente homo-sapiens arcaicos tanto en Africa como en
Europa e incluso se han encontrado especimenes mas antiguos de cerca de
35,000 años en China (Java) los cuales tenían una capacidad cerebral
que lindaba con la del hombre actual (1,500 cc) cuando no estaba dentro
de los parámetros modernos pero que aún conservaba algunas
características óseas similares al erectus; a estos hombres se les
conoce como homo sapiens arcaico o simplemente homo sapiens para
diferenciarlos con el actual homo sapiens-sapiens.
En Europa estos hombres arcaicos
anteriores dieron lugar, hace 130000 años al más famoso y más estudiado
de los hombres arcaicos conocido como el Homo Neandertalensis especie
adaptada a los duros y fríos climas de la última glaciación, son los
primeros hombres en conquistar los climas helados de las últimas
glaciaciones, con cerebros (1600 cc) incluso mayores que los hombres
modernos –si bien con cuerpos más robustos-. El salto cualitativo en
relación a la etapa anterior es expresada por Marvin Harris con las
siguientes palabras: “Si, además de nuestro género, existe algún
aspirante al despegue cultural, este es el hombre de Neandertal, una
especie extinguida de cuasihumanos que apareció en Europa y Oriente hace
cerca de 100.000 años” (19) El hombre de neandertal significó otro
punto de ruptura en la evolución humana y aún existe debate entre los
antropólogos de si el neandertal representa un eslabón que conduce al
homo sapiens-sapiens o representa a una rama diferente de la del homo
sapiens-sapiens, la segunda opción parece ser la que cuenta con más
adeptos; “análisis del ADN mitocondrial (ADNm) de fósiles de H. neanderthalensis
sugieren que la diferencia existente es suficiente para considerarlos
como dos especies diferentes, separadas desde hace al menos 400.000 años
y probablemente más(20)”. Lo importante es que éstos hombres arcaícos
–especialmente el neandertal- llevaron adelante una revolución
tecnológica -que abriría lo que se conoce como paleolítico medio-
conocida como tecnología musteriense o técnica Levallois, consistente en
un ingenioso método de fabricar herramientas de silex dándoles una
forma de tortuga para crear hachas de mano; además entre sus útiles
encontramos puntas, arpones y proyectiles; por primera vez se crean
útiles compuestos de varias partes (como armas con mango); además de
trabajar en hueso marfil y hasta. Con ésta tecnología lo neandertales
eran capaces de especializarse en la casa de presas mayores como mamuts,
renos gigantes, alces, etc. Sorprendentemente los neandertales, además
de fabricababan mantas y ropa con pieles de animales, muy probablemente
enterraban a sus muertos, tenían ritos funerarios (que incluían
enterramientos con flores y alimentos) y fabricaban (aunque en muy
pequeña cantidad, apenas y se han encontrado) adornos personales. No
obstante éstos últimos datos, dadas sus implicaciones en cuanto a la
conciencia neandertal y dado que es posible explicaciones alternativas
ajenas a la voluntad de los neandertales, hay que tomarlos con reserva
ya que seguramente poseían una capacidad de simbolización y abstracción
que estaba, aún, por debajo del sapiens-sapiens.
El Neandertal rozaba una conducta de
simbolización y abstracción propiamente humanos representando una
revolución que pondría punto final a un millón de años de estancamiento.
Los enterramientos (si es que se confirman como tales) sugieren por lo
menos lazos sociales y emocionales extremadamente fuertes expresión de
una caza extremadamente cooperativa, sin embargo, la casi inexistencia
de arte y la dudosa evidencia de ritos funerarios –vinculados a una
capacidad de abstracción e imaginación propiamente humanos expresados en
la creencia de una vida después de la muerte- hace pensar que la
capacidad de simbolización y abstracción estaba relativamente limitada
en comparación con el sapiens-sapiens. Estudios polémicos de los cráneos
de estos individuos, de tamaño de sus laringes, hace pensar que el
neandertal poseía, además, una limitada capacidad vocal, más parecida a
la del chimpancé que a la del sapiens-sapiens, que al mismo tiempo
limitaba su capacidad lingüística íntimamente ligada a las funciones del
intelecto(21). Éste hecho pudo ser decisivo en la suerte de los
neandertales.
El lenguaje humano tiene una capacidad
única de abstracción, de separación mental de aspectos, propiedades y
cualidades de los objetos que resulten importantes en un momento dado
del desarrollo social; universalización que permite expresar el pasado
el presente y el futuro y recrear mentalmente situaciones que no existen
e ir más allá de lo concreto para transformarlo de una forma humana;
dicha capacidad expresa el ser social humano y el conocimiento producido
por la transformación de la realidad y la fabricación de herramientas.
Aquí vemos de la forma más clara lo absurdo de las teorías idealistas y
solipsistas del lenguaje humano. En realidad el lenguaje no crea el
mundo (como creía absurdamente Wittgenstein) sino que, al contrario, el
mundo social crea el lenguaje y es un instrumento para actuar sobre él y
transformarlo. Como decía Engels en un punto crítico resulto que los
hombres tenían algo que decirse y el Neandertal representa, en todo
caso, los primeros balbuceos del lenguaje humano así como los balbuceos
de los niños preparan el camino del habla adulta. La prueba de las
limitaciones del Nandertal esta en el hecho mismo de su desaparición al
término de la última glaciación (hace 35mil años) cuando los glaciares
se retiraron y los neandertales no pasaron la dura prueba de la
adaptación a un clima diferente. Es trágico el destino del neandertal
porque durante el periodo que compartió la tierra con el sapiens-sapiens
ambos compartían prácticamente la misma tecnología; sólo que el
sapiens-sapien pudo adaptarse al cambio revolucionando de nuevo y dando
el gran despegue cultural hace aproximadamente 40,000 años mientras que
el neandertal no pudo superar la prueba. Quizá la clave esta en la
capacidad vocal del sapiens-sapiens para generar más sonidos y, por
tanto, un mayor potencial de comunicación social.
El nacimiento revolucionario del sapiens-sapiens: el triunfo de la cultura
El homo sapien anatómicamente moderno
(homo sapiens-sapiens) surgió por primera vez en África hace más de
100,000 años y llegaría a Europa, pasando por Asia, poco antes de que
el neandertal desapareciera. Generalmente se afirma que la presión de
los sapiens-sapiens contribuiría a la extinción de los neandertales
pero, en todo caso, esa presión debe entenderse aún en términos
biológicos. Representarse al sapiens-sapiens como un asesino despiadado
no se corresponde a la forma cooperativa en la que éstos vivían, esa
visión tiene más que ver con la literatura que proyecta los valores
modernos de competencia burguesas desenfrenada que con pruebas
científicas. No hay evidencias de que el sapiens-sapiens tuviera entre
sus presas de caza al neandertal que por el contrario estaba mucho mejor
adaptado al clima glacial, era mucho más fuerte y resistente y contaba
prácticamente con la misma tecnología (era más probable que el
neandertal cazara al sapiens aunque tampoco hay evidencias de ello), su
desaparición tuvo que ver más con su incapacidad de adaptarse al clima
con nueva tecnología.
El hecho es que los sapiens-sapiens
modernos representan ya una etapa en la cual los factores sociales,
estudiados por el materialismo histórico, dominan a los biológicos, aún
cuando, como se verá, los factores medioambientales, al menos durante
todo el periodo de comunismo primitivo, eran factores de impulso
fundamentales al desarrollo de nueva tecnología. La prueba de ello la
tenemos en nuestros propios cuerpos. Nuestras características físicas
como cuerpos gráciles, menor dimorfismo sexual(diferencias de tamaño
entre machos y hembras), pequeños dientes frontales, cara situada hacia
atrás bajo un cráneo de forma globular, mayor tamaño de la faringe capaz
de producir los sonidos elementales de nuestro lenguaje; son el
resultado de la selección natural actuando sobre la cultura como medio
de supervivencia en la forma de hachas de mano, raspadores, lascas,
cuchillos, lanzas, etc; el menor dimorfismo sexual puede explicarse, por
ejemplo, como un peso mucho mayor en patrones culturales de carácter
sexual que en la fuerza bruta del macho a la hora de la selección de
pareja y el apareamiento; el resultado más contundente esta en el hecho
de que desde entonces el tamaño del cerebro dejó de crecer mientras que
la cultura se desarrollo exponencialmente. Esto muestra de que la
explicación última de nuestra evolución no se encuentra ya
fundamentalmente en factores biológicos sino en factores culturales como
son el desarrollo de las fuerzas productivas. El hecho asombroso esta
en que la selección natural actuaba sobre la cultura generando al
sapiens-sapiens pero una vez que éste surgió la cultura tomo el lugar
preponderante volviendo ésta relación dialéctica en su opuesto: ¡ahora
la cultura dominaría a la naturaleza¡. El resultado es que la
supervivencia no dependía ya de la selección natural (que era la
impulsora principal de cerebros mayores) sino de la evolución de la
fuerzas productivas, la supervivencia no dependía ya de la selección de
genotipos expresados en características físicas (fenotipos) ventajosas
sino en relaciones sociales basadas en fuerzas productivas; en ello esta
la explicación de que el cerebro tamaño cerebral se estancara junto con
las características físicas fundamentales.
El gran despegue cultural: El paleolítico Superior (estadio superior del salvajismo)
a) Las fases del paleolítico superior
Cuando el sapiens-sapiens
fue puesto a prueba al final de la última glaciación el desarrollo de la
cultura sufriría una aceleración exponencial en forma de espiral
(dialéctica) sin precedentes que abriría el corto pero sustantivo
periodo conocido como paleolítico superior caracterizado por una
explosión cultural que iniciaría hace 40 mil años, su tecnología se
caracteriza por un incremento repentino en el número y calidad en los
útiles sobre hoja y el florecimiento en las herramientas de marfil,
hasta y hueso. El hombre comenzaría a dominar el globo terráqueo, es la
explosión cultural más importante antes de la revolución neolítica (si
pasamos por alto el periodo preparatorio para el neolítico conocido como
etapa mesolítica), las culturas se empiezan a manifestar en formas
diferentes en función de su medio sobre una base similar con
manifestaciones similares (mostrando que la base material determina en
última instancia los patrones superestructurales); un factor muy
importante en su surgimiento se encuentra todavía en condiciones
medioambientales coyunturalmente favorables para la caza de grandes
presas. “Hacia finales de la última glaciación, la región situada
recibió torrentes de agua procedentes del deshielo que favorecieron el
crecimiento de praderas en las que pastaban enormes manadas de caballos,
bisontes, mamuts y renos. A medida que se retiraban los glaciares, se
formaron enormes praderas vírgenes que fueron invadidas por estos
animales y por los depredadores humanos que los perseguían; pero, sin
que ellos lo supieran, su mutuo estilo de vida estaba condenado” (22).
Si bien existe un claro salto cualitativo éste fue relativo puesto que
el modo de producción siguió siendo el mismo de millones de años atrás
sólo que aquí encuentra su punto álgido, tal vez debamos decir que se
trato del maximum de los cambios cuantitativos dentro del comunismo
primitivo.
El paleolítico superior se divide en
varias fases que se niegan dialécticamente; “Los arqueólogos dividen el
Paleolítico superior en Europa occidental en varias tradiciones o
culturas que se superponen” nos dice Marvin Harris “Las dos más antiguas
se conocen con el nombre e chaltelperronianense y auriñaciense, que se
inician entre el 40000 y 35000 a. C; el solutrense (22000 a. C.) y,
finalmente, el magdalenience, que se inició alrededor del 17000 a. C. y
duró hasta el final de la última glaciación, alrededor del 10500 a. C.”
(23). El chaltelperroniense se desarrollo en un periodo breve de 3000 o
4000 años en algunas zonas de Francia y España y sus instrumentos se
distinguen por la persistencia de instrumentos típicos de la época
neandertal (levalloisiense o musteriense) y la aparición de útiles sobre
hoja típicos del paleolítico superior; el auriñaciense sustituye a la
etapa anterior se extiende sobre un área mucho más extensa (abarcando la
mayor parte de Europa) y por mayor tiempo con una tecnología más
avanzada (cuchillos, raederas, punzones de hueso) que se refleja en
logros artísticos sin precedentes “incluyen la primera aparición
extensiva de útiles de piedra tallados, y de adornos de astas y marfil;
de conchas marinas y de otros valiosos materiales intercambiados a
grandes distancias, así como los primeros ejemplos de arte realista en
forma de figuras de animales. Además existen pruebas de que se
incrementó el tamaño de los grupos locales y la población: En otras
palabras, todo el espectro de la evidencia arquelógica obtenida en los
yacimientos auriñacienses de Europa parecería reflejar un nuevo elemento
de complejidad e innovación no sólo en la tecnología sino en varias
otras esferas de la conducta y la organización”(24). La
combinación dialéctica entre la tecnología musteriense y la nueva del
paleolítico superior puede interpretarse como la sustitución de la
tecnología del neandertal por la del sapiens-sapiens que procedía de
Oriente medio o como evidencia de la evolución del neandertal en
sapiens-sapiens; no obstante las evidencias apuntan a que el sapiens
sapiens se originó sólo en África y que la persistencia de tecnología
musteriense refleja más bien que la tecnología del sapiens-sapiens
partió sobre la misma base que la del neandertal pero la superó
dialécticamente o incluso de influencia cultural recíproca.
El punto álgido del paleolítico superior
fue representado por la cultura magdaleniense si bien la cultura
auriñaciense tuvo la distribución más amplia de todas las culturas del
paleolítico superior, la magdaleniense la superó en cuanto a calidad y
virtuosismo “al repertorio de armas de caza se añadieron arpones cuyas
puntas estaban hechas de asta y hueso. Finas agujas de hueso testimonian
la probable importancia de ropas hechas a la medida. Para cazar, los
primeros magdalenienses usaban el propulsor de lanzas, un corto bastón o
tablilla con una muesca o gancho en el extremo (…) A finales del
magdaleniense, probablemente, se usaba el arco y la flecha, tal como
reflejan algunas pinturas rupestres de Francia y España. A menudo las
puntas de flechas y arpones y los propulsores magdalenienses estaban
decorados con grabados de caballos, íbices, aves, peces y dibujos
geométricos, algunos de los cuales pueden ser notaciones que representan
ciclos lunares y cambios de estaciones” (25).
La gran familia primitiva
Es momento de hablar un poco acerca de
la familia y su evolución histórica. La estructura y evolución de la
familia esta determinada en última instancia por el desarrollo de las
fuerzas productivas que condicionan el incremento de la densidad
poblacional, factor importante en la evolución de la familia
prehistórica; el carácter nómada de la familia comunista; y, por otro
lado, el surgimiento de la propiedad privada; en función de ello la
familia presenta un proceso de evolución dialéctica en la cual la actual
familia monogámica compuesta por la el padre la madre y los hijos, por
lo demás en acusado proceso de descomposición, no es más que el eslabón
último, producto de la división de la sociedad en clases, que está
destinado a desaparecer junto con la sociedad dividida en clases.
Podemos decir que durante toda la época
prehistórica las formas de familia predominante en el homo
sapiens-sapiens indignarían al mojigato defensor de la familia
monogámica pues aquí dominan los “matrimonios por grupo” formas de
familia en las que un grupo entero de hombres son conyugues comunes de
un grupo entero de mujeres y a la inversa (aunque , al mismo tiempo,
este hecho no descarta la existencia de parejas de cierta duración, aún
cuando esta relación de pareja no fuera el núcleo de los lazos
familiares); toda la estructura doméstica y social esta determinada por
los lazos de parentesco que se derivan de estos “matrimonios comunes”;
en ellos no había una muralla infranqueable entre lo público y los
privado. El clan entero se componía de una o varias generaciones de
familias enormes. Estas formas de matrimonio determinaban, entre otros
factores que pasaremos a examinar más adelante, el status de el hombre y
la mujer en la sociedad y el hecho de que las relaciones entre los
sexos en el comunismo primitivo nunca hayan sido tan igualitarias
(relativamente) que en cualquier otra época de la historia. Las formas
de familia pasan por una serie de etapas históricas, deducidas del
estudio de pueblos primitivos contemporáneos, que fueron llamadas por
Morgan familia “intercambio sexual sin trabas”, “consanguínea”,
“punalúa” y “sindiásmica”, antes de decantar en la familia monogámica
como producto de la división de la sociedad en clases. Con el aumento
progresivo de la población de unidad familiar originaria, llamada por
Morgan “Gens”(tribu primitiva), se divide para formar “fatrias” y las
fatrias componer a las tribus como la de los iroqueses estudiadas por
Morgan, dicha sucesión lleva implícitas la generación de tabues en la
reproducción de ciertas clases de parientes.
Aunque es prácticamente nada lo que
podemos decir de ello es muy posible que para hacernos una idea de la
estructura social de los Australophitecus tengamos que mirar a la
estructura social de los póngidos que salvo la posición erecta y el
nicho ecológico-factores que resultarían decisivos en el proceso de
hominización- resultan prácticamente idénticos, la estructura social de
la mayoría de los póngidos esta regida directamente por la biología, en
donde encontramos al macho dominante y su “harem” y los periodos de celo
como factor determinante en la reproducción; aquí la fuerza del macho
es el centro de los lazos “familiares”, el macho dominante tiene el
“derecho” de reproducirse con todas las hembras de la orda y los machos
subordinados no tienen derecho a la reproducción hasta que no se lo
ganen por la fuerza. Esta hipótesis se ve fortalecida por el hecho de
que el Australopithecus aferensis “como la mayoría de los póngidos
vivos, presentaba dimorfismo sexual. Las hembras pesaban alrededor de 30
kg y medían algo más de un metro de altura, en tanto que los machos
pesarían unos 40 kg y medirían alrededor de 1,5 m de altura” (26) Aquí
domina la “ley de la selva”, no podría ser de otro modo puesto que
nuestros ancestros australophitecinos se encuentran aún dentro del reino
animal.
¿Intercambio sexual sin trabas?
Con el surgimiento del género homo que
ye hemos analizado los factores culturales en el emparejamiento empiezan
a cobrar preminencia progresiva sobre las consideraciones puramente
biológicas. El periodo que abarca el paleolítico inferior o fase
inferior del salvajismo es la etapa en la que nos encontramos con
homínidos carroñeros y eventuales cazadores que se encontraban al borde
de la extinción, observamos a una población desperdigada en bandas de
unos cuantos miembros a través de la sabana africana, los grupos
pequeños debían realizar grandes desplazamientos, dichos desplazamientos
implican que las oportunidades de contacto sexual entre diferentes
bandas de los primeros homínidos eran muy reducidas, ello implica que la
reproducción tenía que darse al interno de dichas bandas que en
realidad constituían una unidad de lazos consanguíneos; el proceso
social de reparto de la carne a los niños, mujeres embarazadas y
ancianos determinaba que en el ceno de estas bandas los lazos fueran muy
estrechos y que la banda fuera una unidad social de supervivencia,
económica y reproductiva. En este contexto, para optimizar las
posibilidades de sobrevivencia, no podían existir limitaciones
biológicas en torno al intercambio sexual, es muy posible que existiera
un “comercio sexual” sin restricciones incluso entre padres e hijos (la
terminología de parentesco carecía por completo de sentido). Si la
población estaba al borde de la extinción no podían existir barreras
culturales entre la reproducción entre sujetos en edad reproductiva, la
supervivencia exigía que no existieran tales prejuicios, o mejor dicho,
la falta de trabas biológicas al libre intercambio sexual implica ya un
triunfo de la cultura sobre la naturaleza y la base en la que podían
surgir lo que llamamos “prejuicios”. Esto implica que todos los hombres y
mujeres en edad reproductiva se pertenecían los hunos a los otros, esta
tendencia se reforzaba, sustituyendo a la relación biológica del macho
dominante, en la medida en que la cultura iba subsumiendo a la biología.
Esta es la forma de familia que Morgan y Engels llamarón “intercambio
sexual sin trabas”
Pero porqué la banda no podía haber
estado compuesta de la unión de diversas familias monogámicas?. La
respuesta es que la familia es un reflejo de la estructura social y el
modo de vida de dichas bandas no se corresponde a la existencia de la
familia monogámica (cuya base se encuentra originalmente en la propiedad
privada y la necesidad de herencia), lo que sabemos es que el modo de
vida es comunal incluso en mayor medida que las sociedades de
horticultores o incipientes agricultores que son estudiados hoy día por
los antropólogos como ejemplos de pueblos primitivos y que tienen
estructuras familiares “sindiásmicas” (existencia de parejas estables e
institucionalizadas) y en donde la tribu comunista se encuentra ya en
proceso de disolución; en éste periodo por el contrario, la banda entera
es una sólida e indivisa unidad económica-reproductiva de carácter
comunista que se corresponde con un libre intercambio sexual, en otras
palabras la banda entera es una unidad consanguínea o una familia o
“gens” originaria que aún no se divide y que no presenta limitaciones
incestuosas; las crías son responsabilidad de toda la horda no por
cuestiones sentimentales sino para optimizar las posibilidades de
sobrevivencia; es factible suponer que si el cuidado de las crías es
común entonces los derechos sexuales son irrestrictos. Quizá elementos a
favor de esta posibilidad son factores como el menor dimorfismo sexual
(menor diferencia física entre machos y hembras) y el menor peso de los
periodos de celo implícitos en ello sugieran que el factor del macho
dominante y la barrera de los celos en el intercambio sexual que en el
hombre tienen un desarrollo tardío producto de la propiedad privada, iba
cediendo su lugar al libre intercambio sexual a medida en que nos
elevamos dentro del género homo; el hecho es que la hembra humana es la
única dentro del orden de los primates que puede tener relaciones
sexuales en cualquier época del año, el sexo en los humanos no responde a
una función puramente reproductiva sino un medio de reforzamiento de
los lazos sociales y una posible prueba del carácter polígamo de nuestra
especie. El intercambio sexual primitivo podría ser un indicador del
grado en que los primeros homínidos se separaban del reino animal y un
argumento contra las simplistas comparaciones sociobiologistas entre las
familias de los primates con las humanas.
El sexo y la cultura
Curiosamente muchos antropólogos extraen
de estos elementos conclusiones totalmente opuestas, así en el
destacado libro de reciente aparición “Antropología” Caron L. Embery sus
colaboradores- la misma fuente que hemos citado en el párrafo anterior-
comentan que “La creación de campamentos entre los primitivos grupos
del homo pudo incrementar las posibilidades de recolección de alimentos,
pues las madres con sus hijos pequeños estaban limitadas a la
recolección próxima a sus habitáculos, la única forma en que ellas como
sus hijos pudieran obtener una dieta completa era repartir entre todos
ellos cualquier tipo de alimento que se pudiera obtener allí mismo” de
estos elementos indudables los autores sacan conclusiones opuestas de
las que las evidencias señalan cuando lanzan la pregunta tendenciosa:
“¿entre quienes se repartirían tales alimentos? Lo más probable es que
fueran entre parientes próximos. La distribución entre ellos favorecería
que sus hijos sobrevivieran para tener también hijos a su vez. Por lo
tanto, si los primitivos Homo poseían campamentos y familias, estas
características habrían potenciado conductas aprendidas y difundidas que
es lo que llamamos cultura”(p.129). Pero los autores no se dan cuenta
que el clan en sí mismo era una sola familia y que suponer al clan
compuesto de familias diferentes las cuales tenían preferencia en el
reparto de la carne en función de los “cazadores de carroña” hubiera
resultado absolutamente contrario a las necesidades de supervivencia.
Parece que a los autores les gusta suponer que la familia monogámica es
tan antigua como la humanidad misma, pero no tenemos porque asumir ese
prejuicio ahistórico. Lamentablemente ésta parece ser la posición de la
mayoría de los antropólogos. A lo sumo aceptan la diversidad de las
formas familiares (de la misma forma relativista de la multiculturalidad
liberal) como un hecho caprichoso, azaroso; sin que se pueda establecer
un lazo evolutivo que una a estas formas.
En el hombre el sexo está desligado de
los factores puramente biológicos y se transforma en un elemento
cultural determinado por la estructura social más que por los genes. El
incesto, a pesar de ser un tabú tan extendido que parece ser universal,
es un producto de la selección cultural y no la natural, los argumentos
sociobiológicos del incesto no aplican desde el momento en que éste ha
sido una práctica mucho más común en las sociedades civilizadas y
antiguas con todo y su repulsión, -muchas veces hipócrita, del incesto-
de los que están dispuestos a aceptar los curas que se rasgan las
vestiduras en público y abusan de los niños en privado, la realeza de
varios imperios de la antigüedad (los incas, los egipcios, romanos,
etc;) e incluso los plebeyos egipcios de los 3 primeros siglos de
nuestra era, cometían incesto con sus hermanos e incluso sus padres sin
que ningún cura se escandalizara por ello. La enorme cantidad de abusos
sexuales de los padres cometidos en los países industrializados
desmienten totalmente a los argumentos genéticos para explicar el
incesto y mucho menos se aplican a las sociedades del comunismo
primitivo. Marvin Harris desmiente los argumentos sociobiológicos de
forma contundente cuando señala que “es cierto que en las grandes
poblaciones contemporáneas el incesto va acompañado de un porcentaje
elevado de abortos y descendientes minusválidos y portadores de
enfermedades congénitas. Pero este resultado no se tiene que derivar por
fuerza de la práctica de una estrecha endogamia en sociedades
preagrícolas de dimensiones reducidas. En éstas, en cambio, lleva a la
eliminación progresiva de los genes recesivos porque tales sociedades
muestran escasa tolerancia respecto de recién nacidos con taras o
defectos congénitos. Privando de apoyo a tales niños, se eliminan las
variantes genéticas perjudiciales en generaciones futuras y el resultado
son poblaciones que portan una carga de variantes genéticas
perjudiciales mucho más reducida que la de las poblaciones
contemporáneas”(27). No obstante es cierto que incluso Engels, siguiendo
a Morgan sostenía que el prejuicio del incesto se derriba de una
especie de selección natural afín a ideas que consideraríamos hoy como
neodarwinistas – si bien es claro que dicho error es marginal y no
desmerece la visión materialista de su autor- al decir que “el
matrimonio entre gens no consanguíneos engendra una raza más fuerte, en
los físico y en lo moral; mezclábanse dos tribus avanzadas, y los nuevos
cráneos y cerebros crecían naturalmente hasta que contuviesen dentro
las capacidades de ambas”(28). Es claro que dicha afirmación es falsa en
un doble sentido, primero porque es totalmente falso el que el cerebro
de los sapiens-sapiens primitivos haya aumentado en tamaño ni un solo
gramo, las capacidades de una tribu no esta en función del tamaño de los
cerebros de sus integrantes sino de sus fuerzas productivas y los
recursos disponibles; segundo porque, como ya hemos señalado en los
pueblos primitivos el incesto no necesariamente deriva en sujetos con
discapacidades.
En el paleolítico inferior (etapa
inferior del salvajismo) el intercambio sexual sin trabas implica que,
desde el punto de vista de la terminología moderna, no existía la
división cultural entre padres e hijos (ni mucho menos primos, tíos,
sobrinos, etc.) como elemento inhibidor del intercambio sexual; todos
los hombre y mujeres en edad reproductiva se pertenecían los unos a los
otros y el clan aún indiviso era una gran familia; como explica Engels
“la tolerancia recíproca entre machos adultos, la falta de celos, eran
las condiciones necesarias para la formación de esos grupos extensos y
duraderos en el ceno de los cuales únicamente es donde ha podido
realizarse la evolución de la animalidad hacia la humanidad (…) el
matrimonio por grupos, la forma en que grupos enteros de hombres y
grupos enteros de mujeres se poseen recíprocamente, es forma que deja
poquísimo lugar a los celos (..) y que, por tanto, es desconocida entre
los animales”. De hecho, la estructura familiar del homo sapiens hasta
antes del surgimiento de la civilización, estructura basada en las gens
(lazos consanguíneos) y la filiación materna implican una etapa anterior
de intercambio sexual sin restricciones. Si bien no existen ya otros
homínidos a excepción del hombre para demostrar la existencia de esta
etapa de la familia que se ha perdido hace cientos de miles de años, el
menor dimorfismo sexual -menor en la medida en que ascendemos en la
genealogía humana- tanto como la existencia de “la familia por grupos”
propia de las sociedades salvajes es evidencia sugerente de la
existencia de dicha etapa. Entre las poblaciones salvajes en las que
existe aún el matrimonio por grupos nos encontramos, al mismo tiempo, a
parejas de cierta duración pero culturalmente la mujer y el hombre son
conyugues naturales de todo un grupo de mujeres y hombres
respectivamente.
Elementos a favor de esta suposición lo
constituye, como veíamos, el menor dimorfismo sexual, la falta de
periodo de celo en las hembras (situación relacionada con lo primero), y
los campamentos del paleolítico inferior que se han encontrado cuya
estructura no se corresponde a la existencia de familias nucleares como
base de la estructura familiar. Uno de los campamentos es el del
yacimiento de Terra Amata en Francia: se trata de una cabaña de
aproximadamente 9x5 metros(29) un espacio bastante amplio si
consideramos el tamaños corporal del homo erectus a los que se les
atribuye y más amplio aún si pensamos que en estas estructuras habitaban
parejas aisladas. Si bien es cierto la situación está muy lejos de
clara puesto que los campamentos base han sido, también, interpretados
como lugares de despiece de animales más que de vivienda; no obstante
podemos hacer notar que si finalmente se confirmara que estos lugares
eran viviendas su estructura parecería apuntar a que estos lugares eran
vivienda de clanes con lazos consangíneos.
Familia consanguínea
El crecimiento de la población producto
de mejores herramientas determina el siguiente estadio en la evolución
de la familia, la banda original llega a un punto en su desarrollo en el
que debe dividirse para aprovechar de mejor manera los recursos
disponibles. Sabemos que dicha división tuvo que darse puesto que aun
hoy en día los pueblos preneolíticos o salvajes dividen sus “gens” o
bandas cuando alcanzan un tamaño determinado en otras “hermanas” las
cuales reproducen de idéntica manera la vida de cazador recolector de su
“gens” o banda madre. Llegados a cierto punto en el número de
individuos, punto cualitativo determinado por los recursos alimenticios
disponibles en función del desarrollo de las ciencia y la técnica, la
cantidad se vuelve calidad y la “gens” original debe dividirse de tal
forma que la población se disperse sobre un territorio más amplio al
escindirse la gens; una de las maneras en las que se podría haber
facilitado dicha división originaria es volviendo tabú la reproducción
entre ciertos individuos y con ello la creación de una nueva estructura
familiar que Morgan llama familia consanguínea; podemos suponer que con
ello se inventó el tabú del incesto y posteriormente la diferencia
nominal entre padres e hijos (los nombres y las ideas siempre van detrás
de los hechos). Dicha división era importante porque facilitaba las
condiciones para que los hijos fundaran las nuevas “gens” de tal forma
que generaciones sucesivas de hermanos representaran la levadura
perfecta para otras nuevas. Engels lo explica de la siguiente manera:
“Los grupos conyugales se separan según las generaciones: todos los
abuelos y abuelas, en el límite de la familia, son maridos y mujeres
entre sí; lo mismo sucede con sus hijos, es decir, las padres y la
madres; los hijos de estos forman el tercer círculo de conyugues
comunes; y sus hijos, es decir, los biznietos el cuarto. En esta forma
de la familia, los ascendientes y descendientes, los padres y los hijos,
son los únicos que están excluidos de los derechos y los deberes
(pudiéramos decir) del matrimonio (…) el vínculo de hermano y hermana,
en ese periodo, tiene consigo el ejercicio del comercio sexual recíproco
(…) La familia consanguínea ha desaparecido. Ni aún los pueblos más
groseros de que habla la historia nos presentan ningún ejemplo de ella.
Pero nos vemos obligados a que ha debido existir, puesto que el sistema
de parentesco” (más bien terminología de parentesco) “que aún reina hoy
en toda polinesia, expresa grados de parentesco consaguíneo que sólo han
podido nacer con esa forma de familia, que exige esa forma como estado
previo necesario”(30).
En la medida en que esas formas de
familia han quedado borradas de la faz de la tierra es imposible saber
exactamente qué especie del género homo fue el primero en practicar el
comercio sexual sin trabas y posteriormente la familia consanguínea,
incluso tener una certeza absoluta de su existencia; sin embargo,
podemos suponer que en la medida en que la cultura y el desarrollo de
las fuerzas productivas del erectus y el habilis anterior a él eran
extremadamente conservadoras -tanto que el erectus presentó un millón de
años de estancamiento- es probable que el intercambio sexual si trabas
se diera ya en el paleolítico inferior (como un ejemplo del triunfo de
la cultura), mientras que la subsiguiente evolución en la estructura de
la familia aconteciera con el sapiens sapiens en un momento dado de
crecimiento de su población producto de nueva tecnología, pasando así
del intercambio sexual sin trabas a la familia consanguínea y de ésta a
la punalúa.
Familia Punalúa
Con el consiguiente desarrollo de la
población, quizá con la explosión cultural de hace 40 mil años en el
apogeo del comunismo primitivo (aunque es por ahora imposible
establecerlo con certeza), también se desarrolló la familia con la
consiguiente exclusión de matrimonio por grupos, sumándose a la
exclusión de los padres y los hijos, de los hermanos y hermanas -al
principio exclusión de los hermanos carnales y después de los
colaterales- quienes en los sucesivo ya no podrían ser conyugues
comunes, surgiendo con ello lo que Morgan llamó “familia punalúa”.
Explica Engels que “según la costumbre hawaiana cierto número de
hermanas carnales o más lejanas (es decir, primas en primero, segundo y
otros grados), eran mujeres comunes de sus maridos comunes, de los
cuales quedaban excluidos los hermanos de ellas; esos hombres, por su
parte, tampoco se llamaban a sí hermanos (lo cual ya no tenía necesidad
de ser), sino punalúa, es decir, compañero íntimo(..) De igual modo una
serie de hermanos uterinos o más lejanos, tenían en común cierto número
de mujeres, con la exclusión de las hermanas de ellos y esas mujeres se
llamaban entre sí punalúa (…) comunidad recíproca de hombre y mujeres
en el ceno de un determinado círculo de familia, pero del cual se
excluían al principio los hermanos carnales, y más tarde, los hermanos
más lejanos de las mujeres, e inversamente también las hermanas de los
hombres (…) por eso se hace necesaria por primera vez la clase de los
sobrinos y sobrinas, de los primos y las primas”(31).
Un elemento adicional que fortalece la
hipótesis sobre esta forma de familia (Punalua o quizá consanguínea) lo
constituye los restos de los pocos campamentos completos que se han
encontrado pertenecientes al paleolítico superior: “El yacimiento de
Dolni Vestonice, situado en lo que actualmente es la república checa,
data de unos 25.000 años, y eso uno de los pocos casos en los que existe
un plano del campamento completo. El asentamiento parece estar formado
por cuatro cabañas en forma de tienda de campaña, contruidas
probablemente con pieles de animales, con un hogar enorme en el centro.
Alrededor de su parte exterior había una gran cantidad de huesos de
mamut, algunos clavados en la tierra (…) y cada cabaña acogía,
probablemente a un grupo de familias relacionadas, que sumaban entre 20 y
50 personas (..)” (Antropología, p. 170). Es probable que cada una de
estas cabañas estuviera habitada por un clan o gen; así pues la gens en
esta etapa ya se había dividido en “gens” o clanes hermanos; puesto que
el número de individuos se corresponde aproximadamente a la cantidad de
individuos por banda de algunos pueblos de cazadores recolectores
modernos (los aborígenes australianos). Ello parece indicar que la
estructura familiar de este campamento era “consangínea” o bien
“punalúa”. Estos campamentos no se corresponden en absoluto a la
existencia de familias nucleares.
El matrimonio por grupos que representa
el desarrollo dialéctico de las estructuras familiares: intercambio
sexual sin trabas, familia consangínea, familia punalúa no quiere decir,
necesariamente, que no existieran posibles parejas con una duración de
cierto tiempo; puesto que la reproducción sexual implica una hembra y un
macho no se puede descartar que dichas parejas establecieran ciertos
lazos afectivos. No obstante esos lazos no existía la noción de
promiscuidad, de hijos ilegítimos; etc. Definitivamente estos posibles
lazos de pareja no formaban la base de la estructura familiar, puesto
todo el clan representaba una indivisa estructura consanguínea. Ya
señalamos que su estructura social implica que los niños eran educados
por todo el clan e inclusive que todos los hombres fueran padres comunes
de los hijos (dado el intercambio sexual la paternidad era dudosa).
Según nuestra hipótesis, es factible suponer que socialmente ese hombre
pudiera tener intercambio sexual con todo un grupo de mujeres (excluidas
sus madre y, si se trataba de familia punalúa también sus hermanos) y
esa mujer a todos los hombres (menos su hermanos), sin que nadie se
escandalizara, aún cuando esto no siempre fuera el caso. Por supuesto
que es imposible probar esta hipótesis especulativa de manera,
concluyente pero es una es especulación compatible con los datos
arqueológicos con respecto al tamaño de las bandas, su carácter nómada,
la disminución del dimorfismo sexual, la características de sus
campamentos; etc.
Las pinturas rupuestres y el materialismo histórico
El materialismo histórico afirma que en
última instancia la superestructura ideológica es un reflejo dialéctico
del modo de producción imperante en una época determinada y refleja los
intereses de clases o grupos sociales determinados, la superestructura y
en especial el arte nunca pueden superar el contexto sociohistórico en
el que se enmarca. Podríamos decir que el arte es una flor que se
alimenta del suelo nutricio de la sociedad y refleja su salud y vigor,
generalmente los periodos revolucionarios y de acenso de un modo de
producción van acompañados de una explosión artística y de innovación
revolucionarias. Las pinturas encontradas en profundas cuevas en
Francia, -pertenecientes a la cultura Magdaleniense- aún siguen
sorprendiendo por su simplicidad, belleza, realismo y reflejan el apogeo
del comunismo primitivo en el paleolítico superior. “Los pintores del
paleolítico eran capaces todavía de ver, simplemente con los ojos,
matices delicados que nosotros sólo podemos descubrir con ayuda de
complicados instrumentos científicos(32)”; representan una manifestación
irrepetible de una de las más grandes manifestaciones artísticas de
todos los tiempos; y sin embargo su papel difiere mucho con las ideas
modernas acerca del arte. La muestra más clara de la influencia que el
modo de producción tiene sobre el arte, la encontramos en sus
manifestaciones más tempranas y prístinas.
Las pinturas rupestres de Francia y
España producidas por los hombres y mujeres del paleolítico superior
tienen una relación inmediata con la lucha diaria por la supervivencia y
reflejan el modo de vida y el entorno de los hombres del comunismo
primitivo. “En esta fase de vida puramente práctica es obvio que todo
girase todavía en torno a la consecución del sustento” Arnold Hauser “No
hay nada que pueda justificar la presunción de que el arte sirviera
para otro fin que para procurar directamente el alimento. Todos los
indicios aluden a que éste arte servía de medio de una técnica mágica y,
como tal, tenía una función por entero pragmática, dirigida totalmente a
inmediatos objetivos económicos”(33). La unidad con la naturaleza y el
bajo control de las fuerzas naturales determinaba el contenido y la
función de este arte; además el arte aún no había adquirido una
independencia relativa con respecto a su base material; apenas y existía
la división social del trabajo y los artistas de las cavernas no podían
representarse su actividad como independiente de su entrono tribal y
crear así una conciencia falsa con respecto a su propia producción. Al
mismo tiempo el arte rupestre es una evidencia incontestable de que el
arte no se desarrolla en una esfera de cristal y esta exento de los
intereses mundanos, es la muestra de que el arte es una caja de
resonancia de la sociedad y refleja intereses muy concretos aún a pesar
de que, a partir de la revolución neolítica, el arte adquiere un grado
de independencia y se sujeta hasta cierto punto a sus propias reglas, no
obstante, nunca podrá independizarse del suelo nutricio que le da
origen y de los puntos de vista de ciertas capas sociales que expresa.
Incluso dentro de la sociedad capitalista, en donde la división del
trabajo ha llegado a extremos tan nocivos y en donde muchos creadores y
filósofos tienen la ingenua ilusión de que el arte no tiene nada que ver
con el crudo mundo material, es posible ver ya en ésta misma postura el
sentimiento de ciertas capas sociales descontentas con el feo mundo del
capitalismo y su vano intento de fugarse de él por medio del arte (la
calidad de dicho arte, no obstante, no esta mecánicamente determinado
por el contenido ideológico reaccionario que expresa y puede ser un arte
valioso aunque exprese ideas incorrectas).
La idea fantastica del “arte por el
arte” hubiera resultado incomprensible a éstos hombres porque para ellos
el arte no era un producto orientado principalmente al goce estético
sino un ritual orientado a fines tan prosaicos como la reproducción de
los animales de caza y el deseo imperioso de tener éxito en ella. No es
casualidad que los animales de caza (renos, bisontes, mamuts, caballos
jabalíes, bóvidos, rinocerontes lanudos) fueran el tema favorito de
estos artistas; incluso el contenido del arte esta impulsado en última
instancia por factores sociales (no es casualidad que el arte de
vanguardia, por ejemplo, se haya desarrollado fundamentalmente en la
época en que nacía el capital monopolista en donde se hace necesaria una
respuesta del arte a éste fenómeno); a pesar de que las pinturas
rupestres de Francia y España constituyen el ejemplo clásico, el arte
rupestre es un fenómeno recurrente en todas las sociedades de un modo de
producción basado en la caza y la recolección del paleolítico superior,
aún cuando la mayoría de las culturas de esta etapa histórica no
tuvieron ninguna relación ni contacto y se desarrollaron en periodo de
tiempo muy diversos; manifestaciones artísticas similares se pueden
encontrar en África, Europa, América, Asia y Australia, lo que es una
prueba evidente de la relación que guardan con el modo de producción de
la etapa superior del comunismo primitivo.
Las realistas representaciones de éstos
artistas parecen querer reproducir la esencia de éstos animales en un
intento de asegurar materialmente la existencia de los animales deseados
en la creencia de que dicha reproducción era al mismo tiempo la
reproducción real del animal tal como señala Hausser “El pintor y
cazador paleolítico pensaba que con la pintura poseía ya la cosa misma,
pensaba que con el retrato del objeto; había adquirido poder sobre el
objeto; creía que el animal de la realidad sufría la misma muerte que se
ejecutaba sobre el animal retratado”. El mismo autor refiere una
anécdota sorprendente que confirma la visión ingenua y mágica de los
hombres del paleolítico “El artista paleolítico adoptaba sin duda ante
el arte la misma actitud del indio siux (..) que dijo de un investigador
al que vio preparar unos bocetos: se que este hombre ha metido muchos
de nuestros bisontes en su libro. Yo estaba presente cuando lo hizo, y
desde entonces no hemos tenido bisontes”(34). La obsesión por la caza
reflejada en este arte se demuestra porque en el punto álgido del arte
de las cavernas existía “un desajuste entre la frecuencia con que se
representan las presas sobe las paredes y la frecuencia con la que
aparecen en los restos de fauna asociados a una cueva en particular”(35)
lo que refuerza la idea de que los animales representados eran los más
codiciados en la caza.
El objetivo de dichas pinturas no era el
placer estético, las pinturas se encuentran ubicadas donde el hombre
moderno jamás colgaría una pintura de Piccasso ni abriría una galería de
arte puesto que se realizaban en partes profundas de las cuevas donde
la luz natural no podía llegar. Parece ser que el acto de alumbrar la
obra reforzaba la idea mágica de la creación del animal idea reforzada
con música y danza ritual (en algunas pinturas aparecen individuos
bailando con mascaras y vestimenta particular); a menudo las pinturas se
superponen unas sobre otras existiendo aun cuando existía espacio
disponible.
Es claro que la necesidad es la madre de
la invención, incluso del arte. No hay nada más alejado a la verdad que
la idea kantiana de que el arte es una “actividad desinteresada”
incluso aunque el artista se proponga tal función esa pretensión ya
expresa necesidades e intereses concretos; pero en el paleolítico
superior resultaba imposible siquiera platearse tales pretensiones.
Incluso el incremento de la producción de adornos personales refleja un
aumento en la conciencia de la identidad y pertenencia tribal de los
individuos y una capacidad de abstracción y simbolización propia del
homo sapiens-sapiens; una conciencia del papel que cada individuo juega
dentro de la colectividad (adornos propios de chamanes, jefes de la
tribu) refleja el hecho de que la conciencia había alcanzado el grado de
humanidad gracias a la producción social, los lazos y el reflejo en la
mente de los hombres que de ella emana. Reflejan la capacidad del
sapiens para objetivar la conciencia (reflejo de su ser social)
transformando su entorno y simbolizándose a sí mismo y su visión del
mundo; por eso el arte es una fascinante ventana al pasado una ventana
que se mantiene abierta y cuyas interpretaciones dependen de la sociedad
en la que el arte del pasado se inserta, pero ello no puede ocultar la
función utilitaria que el arte tiene en su origen.
Las “Venus primitivas” son otro
manifestación artística de estos pueblos comunistas, uno de los ejemplos
más bellos es la “Venus de Willendorf” de hace unos 37 mil años, se
trata de una escultura pequeña de 11.5 cm hecha de piedra caliza que
representa a una mujer bastante regordeta con nalgas, pechos, cadera,
abdomen y vulva de exageradas proporciones. No se trata de un hecho
casual ni una curiosidad la difusión de las venus en el paleolítico
superior en culturas sin ninguna relación implica el reflejo de una
manifestación social profunda de este modo de producción. Se trata de un
bello ejemplo del nexo entre el arte y la vida social, en primer lugar
porque es una ventana a un mundo donde las mujeres eran el símbolo de la
fertilidad de las plantas y los animales que estos hombres recolectaban
y cazaban, una manifestación vinculada al pensamiento mágico del deseo
imperioso por su reproducción; en segundo lugar es un reflejo del papel y
el status que la mujer desempeñaba en la sociedad. Todo parece indicar
que la mujer era un símbolo de fertilidad (de ahí la representación
exagerada de sus partes reproductoras), base de los lazos consanguíneos
y, como recolectora, un sujeto económico de primera importancia. La
evidencia que da el arte del lugar que ocupaba la mujer durante el
comunismo primitivo no deja mucho lugar a dudas “mientras que las
pinturas de mujeres son frecuentes en el arte del paleolítico superior”
nos dice Jean-Pierre Durad “las pinturas de hombres o de niños son
comparativamente más raras. Y de este hecho suele concluirse que esta
disparidad se debe al estatus de la mujer en las sociedades de esa época
(..) Patricia Rice por su parte demostró que en estas figuras (las
venus) la mujer aparece representada en toda una variedad de formas de
cuerpos y edades, no solamente a las embarazadas, por lo que constituyen
símbolos de matriarcado más que de maternidad. La amplia distribución
de las figuras de Venus y su aparente importancia para las gentes del
paleolítico superior reflejan, de acuerdo con Rice, la importancia
reconocida de la mujer en estas sociedades. Siguiendo la misma línea,
Olga Soffer, examinó los vestidos de algunas Venus, señalando que si las
características de las mujeres son representadas con tanta frecuencia
esto debe significar que las mujeres estaban muy bien consideradas en
esas sociedades, así como que algunas de ellas alcanzaron posiciones de
gran relevancia en el paleolítico superior”(36). Como veremos más
adelante -en el apartado sobre la familia primitiva- la mujer nunca tuvo
una posición social tan igualitaria, sino es que mayor que los hombres,
como en el comunismo primitivo antes que la división de la sociedad en
clases derribara a la mujer del pedestal de respeto y admiración que
tuvo durante la mayor parte de la historia de la humanidad para
encadenarla a la esclavitud de la familia monogámica.
Acerca del pensamiento Mágico
El pensamiento mágico es la forma
ideológica que domina las manifestaciones superestructurales de las
sociedades de cazadores recolectores y constituye un ejemplo notable de
la manera en que la superestructura es determinada en último término por
las condiciones materiales de producción a la vez que influye sobre su
base material. El pensamiento mágico, animismo o totemismo es la forma
de pensamiento que implica que la naturaleza esta dominada por multitud
de espíritus que determinan los fenómenos naturales; detrás de cada
fenómeno, especialmente aquellos de relevancia para la supervivencia del
la banda o tribu, existen espíritus a los que hay que suplicar, pedir o
incluso amenazar por medio de conjuros, ritos y fetiches para que
accedan a la voluntad del hombre.
Esta forma de pensamiento esta implícita
en cada manifestación superestructural e incluso determina ciertos
aspectos de la forma de las actividades de caza, pesca, recolección,
alimentación , reproducción, etc; – al mismo tiempo que el contenido
material (las fuerzas productivas de la edad de piedra con las que se
realiza esa caza pesca y recolección) determina la existencia de la
magia- la danza, música, los cantos, los mitos y leyendas, la pintura,
la manufactura de fetiches (coma las venus primitivas) y utensilios
llevan implícito al pensamiento mágico integrándose en una unidad
indisoluble. Así por ejemplo la danza representa un ritual para
garantizar actividades como la caza – incluso los del bosquimanos del
Kalajari tiene danzas específicas que dependen del animal al que se va a
cazar-, la música funge como catalizador de los estados de trance
importantes para la comunicación con el mundo de los espíritus,
frecuentemente los cantos hacen referencia a los ancestros espirituales
(frecuentemente animales convertidos en totems) de la tribu, los mitos
refieren a la unidad de parentesco a través de leyendas sobre
antepasados reales o fantásticos, la pintura, como vimos, no es más que
un ritual para la reproducción de los animales de caza.
Estas formas fantásticas de concebir la
realidad a su vez moldean hasta cierto punto las formas de reproducción
de la vida; así por ejemplo los esquimales tienen diversos tabús acerca
de la forma en que deben cazar. No obstante esta influencia recíproca no
puede hacernos olvidar que el factor determinante que condiciona el
surgimiento de esta forma de pensamiento se encuentra en las condiciones
en las que estos hombres producen y viven. En última instancia la
impotencia frente a las fuerzas naturales que se origina en el
desarrollo de sus fuerzas productivas es el origen y base del
pensamiento mágico. La necesidad imperiosa que estas sociedades tienen
de controlar los fenómenos naturales frente a los cuales no son más que
impotentes espectadores hace que traten por cualquier medio a su alcance
de controlar esas potencias ciegas; ello es tan importante que es la
base de una de las primeras divisiones sociales del trabajo con el
surgimiento de los chamanes o sacerdotes a tiempo parcial (Marvin Harris
señala que incluso los chamanes no están exentos del trabajo).
La base material del pensamiento mágico
es pues, la impotencia frente a las fuerzas naturales que el hombre esta
desesperado por controlar ya que de ello depende su supervivencia y no
es difícil imaginarse su base psicológica: los sueños y las
alucinaciones provocadas por drogas son el origen sugerente de la
creencia en el mundo espiritual, la prueba de ello es que los chamanes
de las sociedades cazadoras recolectoras modernas acuden a estos estados
de conciencia para comunicarse con los espíritus; Engels en su obra
“Ludwing Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana” ya había
señalado esta idea. Antropólogos contemporáneos como Edward Tylor han
señalado este hecho. En los sueños y en la alucinaciones surge la
ilusión de que existe otro yo separada del cuerpo; el nacimiento y la
muerte pueden ser “explicados” por el alma que habita temporalmente en
el cuerpo para después abandonarlo para siempre; además el alma es el
origen de la volición del individuo que gobierna las acciones del cuerpo
para que éste intervenga materialmente determinando el curso de los
acontecimientos; de la misma forma los fenómenos naturales pueden ser
interpretados como el resultado de la voluntad del alma (o las almas)
que habitan en la naturaleza y al igual que con las almas del resto de
los individuos nosotros podemos acudir a ellas para que accedan a
nuestros deseos. Así como en la naturaleza existen multitud de espíritus
(algunos benévolos y otros amenazantes) para los egipcios los hombres
teníamos dos almas, podemos encontrar culturas que conciben a los
hombres dotados de tres y hasta cuatro almas; el porqué en la mayoría de
las culturas el hombre tienen un alma mientras que en otras tiene una
multitud viviendo en el cuerpo de los mortales es un tema interesante
que debe ser investigado tomando en cuenta las condiciones concretas del
desarrollo de dichas culturas.
El pensamiento mágico es la semilla de
la religión porque ambas formas de pensamiento dividen el mundo en un
plano material y otro espiritual y porque ambas formas se presentan a
partir de la frontera que separa lo conocido de lo desconocido. No
obstante no podemos confundirlas de la misma forma en que no podemos
confundir la bellota con el roble, ni la crisálida con la mariposa. El
tema del origen de la religión lo abordaremos junto con el origen del
estado; no obstante podemos adelantar que en el pensamiento mágico los
espíritus comparten el mismo plano jerárquico así como el mundo de los
hombres que refleja es un mundo igualitario y sin jerarquías; la
religión implica un Dios amo y señor a imagen y semejanza de los amos y
señores de la sociedad de clases, en otras palabras la religión es un
instrumento de dominación y de control espiritual que condiciona a los
oprimidos a aceptar su situación como inevitable, producto de la
voluntad divina mientras que proporciona una justificación a la clase
dominante al erigirse como representantes de dios en la tierra; el
pensamiento mágico no es un instrumento de dominación sino la expresión
del sometimiento a las leyes de la naturaleza; en todo caso la religión
es una expresión del sometimiento a las leyes ciegas y hasta ese momento
indomables de la sociedad de clases; como instrumento de dominación la
religión necesita de un grupo profesional a tiempo completo y una
institución que funja como policía espiritual, tenemos pues a los
sacerdotes y los templos; en contraste los chamanes son “sacerdotes” a
tiempo parcial y no son representantes en la tierra de los dioses sino
simples voceros e interlocutores del mundo de los espíritus y como
cualquier mortal deben trabajar para la comunidad, no están separados de
las masas sino solo son individuos con una sensibilidad especial y
voceros de la opinión colectiva. La religión es producto de la sociedad
de clases, expresión de que la sociedad se ha dividido en
contradicciones insolubles; el pensamiento mágico es expresión de una
sociedad igualitaria pero impotente; al mismo tiempo la religión, al ser
negación dialéctica del animismo, conserva negada muchos de los
elementos del pensamiento mágico, incluso los absorbe de manera completa
bajo una lógica totalmente contraria a su original.
Todos los pueblos de bandas, aldeas y
tribus tienen sin excepción pensamiento mágico: chamanes, danzas
rituales, fetiches, conjuros, etc; un fenómeno tan universalmente
extendido en cierta etapa del desarrollo no puede ser casualidad. Para
el pensamiento estructuralista este patrón es un reflejo de los
arquetipos binarios – en este caso la contradicción espiritual-terrenal –
que se encuentran en el inconsciente colectivo; lamentablemente el
idealismo estructuralista no puede dar respuesta a la causa de esta
contradicción psicológica en las sociedades del comunismo primitivo; de
acuerdo con el estructuralismo la causa es simplemente la existencia de
una estructura profunda del inconsciente. Lamentablemente dicha
respuesta esta muy lejos de ser satisfactoria porque representa una
simple tautología producto del círculo vicioso al que nos lleva el
subjetivismo filosófico. Preguntamos por las causas de la supuesta
contradicción binaria y se nos responderá con que dicha contradicción
es parte de la esencia humana; es un caso análogo al estudiante no muy
destacado que a la pregunta del maestro: qué es un gato responde que un
gato es....un gato; con esta respuesta uno se evita el problema de dar
una verdadera explicación y asumir aquello que se tiene que probar,
resulta bastante apropiada para aquellos que no quieren explicar nada y
al mismo tiempo dar una imagen de onda sabiduría; todo se resuelve con
la existencia de arquetipos impresos en una naturaleza humana eterna y
fin del problema. Ahora todo se reduce a ejemplificar la idea
preconcebida. Afortunadamente existe una explicación consistente aunque
más prosaica de lo que gustarían nuestros filósofos subjetivistas. Esta
forma de pensamiento es tan universal en las sociedades de bandas y
aldeas porque todas tienen la misma base material. De la misma forma: en
todas las sociedades de clase existe religión porque en todas se
requiere de un instrumento de opresión espiritual. El pensamiento mágico
es un ejemplo más de que el desarrollo histórico esta sujeto a leyes
subyacentes que pueden ser comprendidas por el hombre y de que la
historia, al contrario de lo que creía Henry Ford, los irracionalistas y
empiristas contemporáneos no es una “chorrada”.
c) Una caricatura maliciosa de marxismo acerca del determinismo mecánico
La visión marxista de la historia no
tiene nada que ver con el determinismo mecánico que muchos de los
detractores ignorantes del marxismo pretenden atribuir a este; por el
contrario cualquiera que comprenda las implicaciones de la visión
materialista y dialéctica de la historia que implica el materialismo
histórico puede entender lo lejano que esta el marxismo del mecanicismo
lineal; la evolución de la cultura humana no esta determinada
mecánicamente por el modo de producción, la forma en que la cultura se
manifiesta muestra una multitud de variantes que se van haciendo más
variadas y complejas a medida en que nos acercamos al sapiens-sapiens y a
medida que éste desarrolla sus fuerzas productivas; especialmente en
puntos de ruptura como lo es la explosión cultural del paleolítico
superior. Por supuesto que en la determinación de la forma actúan
factores como la difusión y mezclas culturales e incluso factores tan
inesperados como los climas locales, el ciclo de las plantas y las
especies animales que habitan los entornos particulares. Los utensilios
reflejan infinidad de variantes locales cuyas causas son tan variadas
que pueden incluir, incluso, el carácter de los primeros artesanos en
crearlas sobre cuya creación innovan las generaciones posteriores, los
prejuicios, las creencias, los accidentes históricos etc; juegan su
papel en la determinación de la forma y los ritmos del desarrollo. No
obstante, la necesidad es la madre de la invención y las necesidades
están dictadas por la producción y reproducción material que interactúa y
transforma al medio; en última instancia las formas culturales están
determinadas dialécticamente por el contenido en que dichas sociedades
producen y reproducen sus condiciones de existencia y sus relaciones
sociales que, a su vez, están determinadas por el desarrollo de sus
fuerzas productivas. Gordon Childe nos explica, correctamente, la
dialéctica del Materialismo histórico de la siguiente manera: “El
investigador de la cultura material tiene que estudiara a la sociedad
como una organización cooperativa destinada a producir los medios de
satisfacer su necesidades, a reproducirse y reproducir nuevas
necesidades. Tiene que ver su economía en acción. Pero la economía
influye en la ideología, y es a su vez influída por ésta. El concepto materialista de la historia afirma
que la economía determina la ideología. Es más seguro y más exacto
repetir con otras palabras lo que ya se ha declarado: a la larga una
ideología sólo puede sobrevivir si facilita el funcionamiento regular y
eficiente de la economía. Si lo traba, la sociedad- y con ella la
ideología- han de perecer a la larga. Una ideología anticuada puede
trabar una economía e impedir su cambio durante un plazo más largo que
el generalmente admitido”(37). Una forma ideológica esta condenada a
desaparecer tarde o temprano si frena el desarrollo de las fuerzas
productivas; que tan tarde o que tan temprano puede resultar de suma
importancia para las generaciones que viven esa coyuntura puesto que
efectivamente las formas ideológicas caducas pueden frenar efectivamente
el desarrollo histórico, pero cederán finalmente bajo las fuerzas
revolucionarias de la sociedad o de lo contrario, si la contradicción no
esncuentra solución, la sociedad puede colapsar.
El error gemelo del determinismo
mecánico estructuralista que tanta repulsión causa esta en el
relativismo postmoderno, que encuentra su correlativo antropológico en
la escuela del “particularismo histórico”, que hace imposible la ciencia
y vuelva a la historia en una sucesión inconexa de hechos únicos e
indescifrables de los cuales no se puede decir nada salvo constatar la
diversidad aleatoria de sus formas; se pretende que dicha postura afirma
la diversidad y la pluralidad pero refleja más bien la decadencia y el
individualismo subjetivo extremo y un pesimismo intelectual propio de
las etapas de decadencia social. Por el contrario el desarrollo del
paleolítico en diversas regiones demuestra que en relación indisoluble a
las formas diversas se encuentran bases similares que determinan
patrones culturales similares; las formas nunca pueden separase del
contenido y en última instancia están determinadas por éste. Como decía
Hegel “la forma es la manifestación inmediata de la esencia” a modos de
producción similares encontramos manifestaciones culturales similares al
mismo tiempo que diversas como comenta correctamente Marvin Harris
“Series de industrias paleolíticas similares a las de Europa se han dado
también en Asia y Africa. Por ejemplo, las técnicas levalloisiense y
las industrias musterienses sucedieron a las tradiciones achelienses en
todo el territorio africano. Incluso existe una industria de lascas
parecida a la musteriense en el norte de China. Alrededor del 40000 al
30000 a. C. se fabricaban útiles de hueso, lasca y hoja en Siberia y hay
pruebas de que complejos de útiles similares pueden haber surgido en
las Américas poco después. Durante el periodo del 20000 al 10000 a. C.
es imposible decir que cualquier región haya logrado decisivas ventajas
en la tecnología o en el empleo de símbolos. Para se exactos, había
mucho de variación en el contenido específico del conjunto de útiles de
los cazadores de mamuts euroasiáticos, de los habitantes de los bosques
del sudeste de Asia y de los cazadores australianos de marsupiales, pero
esta variación probablemente refleja una adaptación local más que
diferentes niveles de progreso tecnológico”(38) (el subrayado es mío). Formas
de vida basados en modos de producción equivalentes producen fenómenos
similares, o en otras palabras que la superestructura refleja a la forma
de producción y que no se puede separar de su base material. Aceptar
esto es aceptar el punto de vista del materialismo histórico, pero ello
tiene implicaciones practicas en la sociedad capitalista con respecto a
su caducidad y eso es algo que no pueden aceptar los que abierta o de
manera implícita aceptan al capitalismo como algo eterno o aquellos que
se lamentan de la decadencia y el relativismo pero lo ven como un hecho
trágico e inevitable y proyectan el relativismo individualista a toda la
historia de la humanidad.
El comunismo primitivo. El primer modo de producción
En general los fundadores de la
filosofía política burguesa clásica (Locke, Hobbes, -Russeau es un caso
especial aún cuando naturalmente acepta al estado democrático burgués
como el propio de la naturaleza humana-) consideraban al estado –junto
con una división social en líneas de clase producto de la “naturaleza
humana”- como el producto de un contrato social entre propietarios
orientado a preservar la propiedad privada y acabar con la guerra de
todos contra todos propia de las sociedades sin estado. La totalidad de
los teóricos políticos burgueses consideran al estado como un arbitro
imparcial ineludible a las sociedades humanas y lo dan por sentado así
como damos por sentada la respiración. Es un prejuicio generalizado
pensar que sin el estado, sin las instituciones estatales, sin ejército,
sin policía, sin tribunales, sin cárceles la vida del hombre en
sociedad sería imposible debido a la “naturaleza humana” egoísta,
abusiva, avariciosa, etc. Es probable que si hiciéramos un catálogo de
lugares comunes éste último estaría entre los primeros. Entonces debemos
aceptar al monstruoso Leviatán como nuestro eterno compañero y
limitarnos a maquillarle el rostro de la manera más amigable posible,
mantener sus dientes lo más blancos y brillantes que se pueda y evitar
su fétido aliento y condenar las ideas sobre sociedades igualitarias o
comunistas como locuras infantiles. ¿Pero en realidad es así?.
El estudio de las sociedades anteriores a
la revolución neolítica nos dice que quizá no exista otro prejuicio más
mezquino, estrecho y estúpido que aquel que ve en el estado y las
clases sociales instituciones eternas. Aunque no les guste a los
teóricos burgueses y aunque resulte increíble para la mayoría de las
personas, por lo menos desde que el homo sapiens-sapiens apareció sobre
la faz de la tierra hace poco más de 100 mil años hasta hace uno 10 mil
años las sociedades humanas se las arreglaron bastante bien sin
presidentes, reyes, faraones, monarcas; sin cárceles, policías,
ejercito; tribunales, ministerios, iglesias; y prácticamente las guerras
sólo se daban ante crisis ecológicas en relación con la densidad de
población (en función de fuerzas productivas muy limitadas) y muy
esporádicamente porque no habían clase sociales, ni ricos ni pobres, ni
princesas ni prostitutas. Como señala correctamente Marvin Harris “El
observador que hubiera contemplado la vida humana al poco de arrancar el
despegue cultural habría concluido fácilmente que nuestra especie
estaba irremediablemente destinada al igualitarismo salvo en las
distinciones de sexo y edad. Que un día el mundo iba a verse dividido en
aristócratas y plebeyos, amos y esclavos, millonarios y mendigos, le
hubiera parecido algo totalmente contrario a la naturaleza humana a
juzgar por el estado de cosas imperantes en las sociedades humanas que
por aquel entonces poblaban la Tierra”(39).
En un periodo que comprende la mayor
parte de la historia del hombre sobre la faz de la tierra –desde hace
más de 10000 años hasta apenas unos 10 mil si consideramos al
sapien-sapiens o más de 2 millones de años si partimos desde el abilis-
el modo de producción básico de la humanidad se basó en la caza, la
pesca y la recolección, en general los hombres eran nómadas, vivían en
bandas, clanes y tribus de un máximo de unos cuantos cientos de
personas; su modo de pensar se ajustaba a lo que conocemos como
pensamiento mágico y vivían sometidos a los caprichos de la naturaleza.
No había clases sociales, ni ricos, ni pobres, ni existía Estado, ni
familia nuclear; el individuo se encontraba subsumido a la colectividad
de la misma forma en que una abeja se subsume a la colmena destacando
individualmente en función de necesidades colectivas religiosas, bélicas
o de otra índole bajo la soberanía de la asamblea general. No existen
ni pueden existir desigualdades sociales antes al contrario todos son
igualmente pobres o ricos porque todos están sometidos a la naturaleza.
Incluso en las sociedades salvajes que penosamente sobreviven en
nuestros días y que aún no son disueltas o totalmente deformadas por las
fuerzas corrosivas y corruptoras del capitalismo nos encontramos con
relaciones igualitarias; al respecto nos dice Marvin Harris que “las
sociedades cazadoras-recolectoras como los esquimales, los ¡kung san del
Kalahari y los aborígenes australianos gozan de u alto grado de
seguridad personal sin necesidad de tener soberanos o especialistas en
la ley y el orden. Carecen de reyes, reinas, dictadores, presidentes,
gobernadores o comandantes; de fuerzas policiales, soldados, marineros o
marines; de CIA, FBI, inspectores de hacienda o jefes de la policía
federal. No hay códigos de leyes escritas ni tribunales de justicia
formales; ni abogados, alguaciles, jueces, fiscales, jurados o
funcionarios de tribunales; ni tampoco coches patrulla, tanques,
cárceles o penitenciarias. Esto también es así en muchas sociedades de
aldeas”(40).
La existencia de ese monstruoso y
horrendo Leviatán llamado estado (incluso en su bonita forma
democrático-burguesa) requiere de condiciones materiales para existir.
Este monstruo es inviable en sociedades basadas en la caza pesca y
recolección porque en ellas es imposible la desigualdad de la riqueza ni
existe propiedad privada sobre los medios de producción fundamentales.
No existe un excedente sobre las necesidades elementales susceptible de
ser acumulado y usado para explotar a otros seres humanos, por eso son
imposibles las clases sociales o privilegios basados en el trabajo
ajeno. Incluso en el periodo de mayo esplendor del comunismo primitivo
(hace 40 mil años durante el paleolítico superior) los excedentes y el
tiempo libre que efectivamente se obtenían no eran susceptibles de ser
usados para explotar a otros y obligarlos a trabajar para uno; en primer
lugar porque se trataba, en la mayoría de los casos, de un excedente no
acumulable (la carne de mamut se hecha a perder) y la recolección de
semillas no daba para crear excedentes considerables. Las herramientas
de caza y adornos personales susceptibles de atesoramiento podían ser
obtenidos por cualquiera puesto que las materias primas, los bosques,
las rocas, etc; no eran propiedad privada y cualquiera podía aprender a
hacerse su propios adornos y armas, además no tiene sentido atesorar
objetos que sólo serán un estorbo en sociedades nómadas y que carecen de
la capacidad de subyugar a otros. Además las sociedades de éste periodo
eran numéricamente reducidas (alrededor de 150 personas) todos se
conocían y se trataban como una gran familia (más delante hablaremos de
los tipos de familia).
Ni siquiera existían bases materiales
para el egoísmo puesto que los miembros del clan o la banda obtenían más
siendo generosos o igualitarios que intentando la locura de atesorar e
imponerse como Rey. “La gente ofrecía porque esperaba recibir y recibía
porque esperaba ofrecer. Dado que el azar intervenía de forma tan
importante en la captura de animales, en la recolecta de alimentos
silvestres y en el éxito de las rudimentarias formas de agricultura, los
individuos que estaban de suerte un día, al día siguiente necesitaban
pedir. Así, la mejor manera de asegurarse contra el inevitable día
adverso consistía en ser generoso.”(41) Si algún miembro lunático de
algún clan se le hubiera ocurrido comportarse como se supone debería
hacerlo alguien que tiene la naturaleza humana que nos atribuyen los
pensadores burgueses, reproduciendo la ridícula representación teatral
que se supone creó al estado cuando alguien dijo “¡esto es mío¡ o “les
propongo un contrato para crear al estado”, seguramente le habría
sucedido algo similar o peor –probablemente lo hubieran expulsado de la
tribu o quizá se lo hubieran comido- a lo que nos cuenta Marvin Harris.
“Supongamos que un ¡Kung con ansia de poder como la descrita por Hobbes
se levantara un buen día y le dijera al campamento: a partir de
ahora, todas estas tierras y todo lo que hay en ellas es mí. Os, dejaré
usarlo, pero sólo con mi permiso y a condición de que yo reciba lo más
selecto de todo cuanto capturéis, recolectéis o capturéis. Sus
compañeros, seguramente pensando que se habría vuelto loco, recogerían
sus escasas pertenencias, se pondrían en camino y, cuarenta o cincuenta
kilómetros más allá, eregirían un nuevo campamento para reanudar su vida
habitual de reciprocidad igualitaria, dejando al hombre que quería ser
rey ejercer su inútil soberanía a solas”(42).
Frecuentemente se intenta negar esta
etapa social de comunismo primitivo arguyendo los mismo prejuicios bajo
una nueva forma: ¡simplemente mofándose de dicha sociedad¡(43),
diciendo, por ejemplo, que ello sería hablar de una edad dorada de la
sociedad humana, un mundo perdido y un paraíso terrenal y ¿no se supone
que la tierra es un valle de lágrimas?. No hay nada más fácil que crear
un muñeco de paja y luego regodearse por el placer de haberlo destruido
fanfarroneando con ello. Que sepamos desde hace tiempo no hay
antropólogo serio ni marxista que se precie que crea en ese muñeco de
paja ni en las fábulas bíblicas, creadas para asustar a los niños, sobre
el sufrimiento eterno y el alma humana pecadora (es posible erradicar
el valle de lágrimas junto con el capitalismo). Si bien es muy posible
que durante su apogeo el comunismo primitivo permitió la existencia de
tiempo libre e incluso abundancia –si bien ninguna que diera poder sobre
otros hombres-; si bien es cierto que es posible encontrarse hoy en día
con comunidades salvajes que trabajan menos que un obrero industrial,
el comunismo primitivo no tenía nada de idílico. En general las
sociedades del paleolítico, exceptuando quizá el paleolítico superior-
se las veían muy duras para sobrevivir; incluso en los casos en que
experimentaban periodos de abundancia ello se lo debían a coyuntura
climáticas favorables (coyunturas que podían durar tiempos largos desde
la perspectiva individual), es decir, se lo debían a su apabullante
dependencia frente a la naturaleza, el tamaño de su población estaba
limitado por sus enanas fuerzas productivas reflejándose en fenómenos
como el infanticidio, el canibalismo y aún la guerra o cazando algunas
cabezas o cueros cabelludos de alguna gens o clan desafortunadas para
aumentar sus territorios de caza y recolección. Había límites objetivos a
la densidad de población que no podían ser rebasados y que dependían de
su subordinación propia del reino animal frente a las fuerzas de la
naturaleza, Marvin Harris nos señala que “(..) probablemente los pueblos
de la edad de piedra no permitieron que sus poblaciones rebasaran los
límites de una o dos personas por milla cuadrada”(44); de acuerdo con
algunas investigaciones ello implicaba mantener estancado el crecimiento
de la población en una tasa anual del 0,001 por 100 para la edad de
piedra(45); de acuerdo con estimaciones hechas sobre la esperanza de
vida y salud de dicho periodo, de acuerdo con el estudio de las
osamentas humanas, para lograr el estancamiento del crecimiento
poblacional el infanticidio pudo alcanzar el 50 por 100 de los
nacimientos(46), su dinámica de población estaba dictada por las
salvajes leyes de Malthus (quizá el único tipo de sociedad humana donde
las leyes de Malthus resultan correctas hasta cierto punto). Su mente
estaba dominada por el pensamiento mágico que incluía, además de
conocimientos valiosos de plantas y animales, en su mayoría creencias
absurdas y fantásticas habitadas por espíritus, duendes, y monstruos
nacidas de su impotencia frente a las fuerzas de la naturaleza. De
hecho, como veremos, su modo de vida estaba condenado por los cambios
climáticos que desaparecieron a las estepas y las grandes presas y
abrieron el periodo de crisis conocido como mesolítico. Cualquier cambio
en los hábitos, el número de las presas o en la disponibilidad de
recursos podía hacer que dichas sociedades desaparecieran como de hecho
sucedió.
Existen objeciones a la existencia del
comunismo primitivo como un estadio del desarrollo de los modos de
producción que provienen de investigadores serios como el propio Marvin
Harris quien nos señala que “El predominio de la propiedad colectiva de
la tierra no significa, sin embargo, que las bandas de cazadores y
recolectores carezcan por completo de propiedad privada. La teoría del comunismo primitivo, según
la cual uno de los estadios de los estadios universales del desarrollo
de la cultura se caracterizó por la ausencia total de propiedad privada
(Epstein, 1968), no se ve respaldada por los hechos. Muchos objetos
materiales de las sociedades organizadas en bandas están bajo el control
(esto es son propiedad) de individuos específico, en especial
los artículos que el propio usuario ha producido. Hasta los miembros de
las sociedades más igualitarias creen normalmente que las armas,
recipientes, adornos, útiles y otros efectos personales no se deben coger o utilizar sin el consentimiento de su propietario. Sin
embargo es remota la posibilidad de que el hurto o la apropiación
indebida de tales objetos provoque graves conflictos”(47). Es una pena
decir que dicha objeción esta basada, en primer lugar, en la confusión
de carácter elemental entre medios de producción y medios de consumo
individual. La propiedad privada de medios de consumo individual como
adornos, recipientes y efectos personales no invalida la tesis de la no
existencia de la propiedad privada (véase tan sólo El Manifiesto
Comunista) ya que la teoría marxista se refiere claramente al la
propiedad privada sobre los medios de producción como el elemento que
nos separa del comunismo primitivo y como elemento que determina la
existencia de clases sociales.
En segundo lugar, me parece que Marvin
Harris confunde la forma con el fondo cuando dice que existe propiedad
privada sobre fuerzas productivas como arcos, flechas, hachas, puntas,
etc; ésta se revela como pura apariencia cuando consideramos, como
explica el mismo Marvin Harris, que los territorios de caza, tala,
recolección donde se encontraban las materias primas y todo lo necesario
para fabricar herramientas, eran propiedad colectiva: “la madera para
el arco, las hojas para el techo, los pájaros que daban plumas, los
leños que albergaban gusanos y la fibra para cestas estaban allí para
que todos los tomaran. Las tierras, el agua, los alimentos vegetales y
los animales de caza eran propiedad comunitaria. Todo hombre y mujer
tenía derecho a una porción igual de naturaleza”(48). A lo sumo podemos
decir que arcos, flechas, lanzas, puntas pertenecen a todos y a ninguno
en particular porque su propiedad estaba al alcance de todos;
cualquiera podía hacerse sus propios instrumentos y de hecho estaba
obligada a hacérselos puesto que la caza era de carácter colectivo y,
salvo las limitaciones de sexo y edad, todos estaban obligados a
participar (aunque fuera por turnos). Aún suponiendo que existieran
“robos” producidos por el deseo de tener una lanza hecha por un elemento
especialmente habilidoso, éste último no tiene poder para explotar a
otro con ese lanza excepcionalmente hecha y le sería más útil al
“ladrón” pedirle al virtuoso que le enseñara la técnica apropiada, el
virtuoso seguramente aceptaría encantado puesto que flechas mejores
aseguran una caza colectiva mayor y una comida mejor.
Puesto que las materias primas y el
acceso a las fuerzas de trabajo eran patrimonio común no se explica la
posición de Harris a no ser que exista, además, una penosa confusión
entre control técnico y apropiación real de los medios de producción.
Como señala Marx en El Capital el control técnico del instrumento de
trabajo (que hay que diferenciar de la apropiación privada de los medios
de producción) depende del instrumento mismo, es decir, del desarrollo
de la ciencia y la técnica. El desarrollo de las fuerzas productivas no
sólo determina las relaciones entre los hombres sino de los hombres con
las herramientas; un arco, por ejemplo, se utiliza de manera individual a
diferencia de una cadena de producción de la Ford en donde participan
miles de obreros. A pesar del carácter técnico individual del uso de las
herramientas de la edad de piedra la caza era de carácter colectivo y
sólo tenían sentido en un marco de caza y apropiación colectiva de lo
cazado, el control técnico de dichos instrumentos por parte de
individuos aislados no contradice el carácter colectivo y comunista de
su modo de producción y apropiación. En las sociedades organizadas en
bandas y aldeas jamás podremos encontrar apropiación privada de los
medios de producción, salvo confundir la forma con el fondo. Nadie tenía
la capacidad de explotar a otros seres humanos, cuestión que determina
el carácter comunista de las sociedades basadas en la caza y la
recolección y que jamás podamos encontrar en ellas diferencias de clase y
riqueza.
Por otro lado los cabecillas y jefes de
la Tribu, por lo menos antes del neolítico y antes de la formación de la
primeras “jefaturas” y reinos protoestatales, no tenían poder sobre
los medios de producción, su autoridad de fundaba en la autoridad moral,
en el ejemplo y en habilidades sobresalientes en alguna esfera de
importancia para el clan, se trataba de individuos con autoridad moral
que tenían capacidad de persuadir pero nunca de imponer, dicho
reconocimiento no les daba poder para obligar y explotar a otros y salvo
las cualidades en las que se destacaban las cabecillas en todo lo demás
eran como cualquier otro miembro sometido a la asamblea y al juicio de
“popular” y a revocabilidad inmediata,. Frecuentemente el poder de los
cabecillas o jefes de la tribu (frecuentemente los ancianos) se
limitaban a presidir las ceremonias religiosas y en todos los casos a
expresar de mejor manera la voluntad colectiva, cuando si actuaban de
otra manera eran ya revocados, ya aislados, expulsados o incluso
asesinados. Los ¡Kung san del kalahari son un ejemplo notable de el tipo
de liderazgo propio del comunismo primitivo pues “Cuando Richard Lee
preguntó a los ¡Kung san si tenían cabecillas , en el sentido de un poderoso jefe, éstos le dijeron ¡por supuesto que tenemos cabecillas¡ de hecho todos somos cabecillas(…)(49)”¡que
asombrosa lección de los que significa la verdadera democracia
comunista¡, ¡Uno pensaría que los ¡kung san leyeron el Estado y la
revolución de Lenin sino fuera porque esta es la esencia democrática del
comunismo¡. De la misma forma Lenin describió el régimen político que
debía imperar ya en la primea fase de la revolución socialista (la
dictadura de los trabajadoes) diciendo que cuando todo mundo es
burócrata nadie es burócrata. Si los ¡Kung san logran esto con la
tecnología de la edad de piedra imaginemos lo que se podría lograr con
las fuerzas productivas modernas dentro de una sociedad socialista.
Otra cuestión interesante es la manera
impresionante en que el desarrollo de la ciencia y la técnica determina
las relaciones sociales, ya mencionamos que una relación social clasista
estaba imposibilitada por el modo de producción (y éste por el
desarrollo de la técnica), así que las fuerzas productivas determinaban
relaciones sociales igualitarias o comunistas, además también
determinaban la división social del trabajo que estaba asombrosamente
limitada. En las sociedades de cazadores recolectores sólo encontramos
divisiones en el trabajo social producto de las diferencias de sexo y
edad, además de funciones rituales, religiosas y bélicas (ante crisis
ecológicas) e incluso éstas varían dependiendo del papel en la
producción de hombres, mujeres y niños en función del clima y los
recursos naturales. Podemos encontrar en ésta etapa incluso actividad
comercial (dado el carácter nómada de los pueblos del paleolítico) pero
el comercio estaba limitado por la falta de un excedente imperecedero,
además de las pieles y recursos naturales exclusivos, el comercio jamás
cobrará un papel determinante en la producción y en la división social
del trabajo y se limita a artículos de lujo.
Es necesario determinar también cual es
la tensión o contradicción central que impulsa el desarrollo de las
fases del comunismo primitivo que veremos a continuación. Dentro de las
sociedades de clases el factor determinante del desarrollo se encuentra
en la lucha entre esclavistas y esclavos, señores feudales y ciervos,
burgueses y proletarios; en el comunismo primitivo no encontramos dichas
contradicciones, en cambio encontramos la contradicción entre las
imponentes, incomprensibles y fatalmente cambiantes fuerzas de la
naturaleza y los hombres armados con fuerzas productivas de la edad de
piedra tecnología cuyo avance se da en su mayor parte a paso de tortuga;
en este tensión encontramos a la cultura material (incluidas las
fuerzas productivas) como el elemento conservador que se adapta penosa y
dolorosamente al cambio de las condiciones ecológicas. Es fundamental
tener en mente esta contradicción porque, como veremos, determina todas
las esferas de las sociedades salvajes o paleolíticas imponiendo su
impronta en el pensamiento mágico, el arte, las formas familiares, y el
desarrollo de nuestros viejos abuelos. La tarea del comunismo moderno es
destruir la piedra angular (la propiedad privada sobre los medios de
producción) sobre cuya base se alzan las contradicciones de clase
modernas para sustituirlas por la tensión entre un cosmos infinito y una
fuerzas productivas potencialmente infinitas en manos de todos los
hombres. A diferencia del salvaje comunista ahora el hombre comunista
será el amo colectivo de la naturaleza infinita.
El origen de la guerra
La guerra puede ser definida como un
enfrentamiento armado entre, por lo menos, dos grupos de seres humanos
cuya consecuencia es la pérdida de vidas y cuyos objetivos dependen de
la estructura social en la que se inserta éste fenómeno. Para que dos
grupos de hombres armados se enfrenten con el objetivo de matar a la
mayor cantidad de individuos posible se requieren premisas materiales.
Si el objetivo de la guerra es obtener mano de obra esclava se requiere
la capacidad tecnológica para absorber esa mano de obra de forma
productiva (como fue en el caso de Roma); si el objetivo de la guerra es
obtener nuevos territorios para los señores feudales se requiere la
existencia de agricultura y ganadería para que los campesinos sean
capaces de pagar tributo, de otra manera la conquista sería una empresa
inútil y absurda; si el objetivo de la guerra es obtener nuevos
mercados, materias primas, etc; se requiere la existencia de una
industria capitalista que pueda aprovechar esa mano de obra y esos
recursos naturales; si el objetivo de la guerra es el saqueo se requiere
un producto excedente sobre la necesidades básicas que pueda ser
saqueado; si el enfrentamiento se trata de una guerra civil se requiere,
obvio decirlo, de sociedad civil en relación a la existencia de un
estado, la sociedad civil por su naturaleza está dividida en clases, la
guerra civil no es más que expresión de éste hecho. Además en cualquiera
de estos casos se requiere una organización estatal y una producción
capaz de alimentar a un ejército de burócratas y hombres armados (en
forma de un estado) que pueda administrar y mantener el status quo. En
el caso de las guerras revolucionarias (que se manifiestan en la
existencia de una guerra civil) la situación es más clara aún, dichas
guerras son la expresión de la lucha por la liberación de las clases
oprimidas. En todos estos casos la guerra es producto de la división de
la sociedad en clases. Sin esto la guerra, salvo la excepción que
veremos producto de ciertas condiciones excepcionales del comunismo
primitivo, es una cuestión absurda. Ninguna supuesta naturaleza humana
guerrera y violenta cambiaría este hecho, si los hombres durante la
mayor parte de la historia de la humanidad hubieran actuado bajo la
lógica de “el hombre es el lobo del hombre” nuestra especia no hubiera
sobrevivido.
No existe ninguna evidencia arqueológica
concluyente de que los pueblos prehistóricos del comunismo primitivo
practicaran la guerra: “La primera prueba arqueológica realmente fiable
acerca de la existencia de la guerra, es la construcción de aldeas y
poblaciones fortificadas. La más santigua es Jericó prebíblico, donde en
7500 a. C. ya se había construido un complejo sistema de murallas,
torres y zanjas defensivas o fosos, de modo que no quedan dudas de que
ya entonces la guerra era una parte importante de la vida cotidiana"
(Canibales y reyes, p. 53). Si bien no hay evidencias acerca de la
existencia de guerras teóricamente no se puede descartar de manera
absoluta enfrentamientos esporádicos entre distintas bandas comunistas
producto de eventuales limitaciones medioambientales para proveer
productos de caza y pesca suficientes. Estos enfrentamientos serían el
producto de crisis medioambientales o de puntos críticos en la densidad
de población más allá de los cuales se vería afectado el nivel de vida
de estas sociedades, aquí los enfrentamientos serían producto de la
contradicción central del comunismo primitivo: fuerzas productivas de la
edad de piedra frente a las fuerzas de la naturaleza. A pesar de ésta
posible excepción, en las sociedades del comunismo primitivo no existían
bases materiales para la guerra. No había antagonismos de clase que
derivaran en enfrentamientos armados ni, por consiguiente, guerras de
carácter imperialista con el objetivo de someter a otras bandas; no
existía excedente considerable sobre las necesidades básicas que pudiera
ser fuente de conflicto; adicionalmente el número reducido de las
bandas (quizá unos 30 miembros) convierte la guerra en un contrasentido a
la supervivencia; así que aun aceptando la existencia de conflictos que
derivaran en enfrentamientos armados no podrían existir un gran número
de bajas (más adelante veremos el carácter cómico de la guerras de los
pueblos de salvajes actuales). Aún hoy las potencias imperialistas no
va a la guerra porque quieran cometer suicidio sino porque por ese
medio la clase dominante pretende obtener ventajas materiales bastante
palpables (petróleo, rutas comerciales, mercados, etc); claramente en el
comunismo primitivo no existían en absoluto semejantes motivaciones.
Si sólo tratamos de visualizar guerras
entre estas sociedades con el objetivo de someter a otros pueblos a
algún tipo de explotación –por ejemplo esclavitud- de inmediato veremos
que dicha hipótesis resulta en un aborto ridículo: en primer lugar los
“esclavos” eran simplemente bocas más para alimentar en una situación en
donde no existen los recursos para obtener ese alimento, el modo de
producción de este periodo tenía limitaciones muy precisas en cuanto a
la densidad de población; tampoco existe un ejército permanente, policía
o nada parecido que pudiera someter a los esclavos a la obediencia.
Evidentemente esas sociedades no cuentan con las bases materiales para
la esclavitud, ¡la esclavitud resultaría un fracaso rotundo sin un
excedente económico¡. Aún suponiendo la existencia de guerras producto
de presiones medioambientales los vencidos serían dispersados para
aliviar la presión sobre un hábitat determinado y quizá algunos de los
infortunados vencidos fueran comidos (no había otra cosa que hacer con
ellos). Sí todavía insistimos en la existencia regular de guerras nos
encontraríamos que nuestra hipotética “comunidad comunista guerrera”
habría desaparecido en poco tiempo, el simple hecho de perder aunque
fueran 5 miembros en una sola batalla podría significar una catástrofe
social (significaría la pérdida de cerca del 17% de la población). A lo
anterior hay que agregar el carácter nómada de dichas sociedades por el
cual la motivación de la defensa del territorio tampoco existe.
El estudio de la mayor parte de las
actuales poblaciones de cazadores recolectores como los san o
Bosquimanos del sur de África, los iunuit o Esquimales, los habitantes
de las islas Andamán cerca de la India, los Shoshoni de EUA, los yahgan
de Patagonia, los indios misión de California, los semai de Malasia, no
conocen la guerra aún cuando, como veremos, las poblaciones actuales de
cazadores recolectores están sometidos a presiones brutales por parte de
las fuerzas disolventes del capitalismo; si el modo de producción de
estas bandas determina que sean predominantemente pacíficas debemos
suponer que los pueblos prehistóricos del comunismo primitivo lo eran
con mayor razón (ya que, en condiciones normales, no se veían obligados a
luchar por recursos naturales limitados).(50) No obstante, es cierto
que los etnólogos han documentado la existencia de enfrentamientos
armados en algunas de las sociedades de cazadores recolectoras actuales
(como los aborígenes Australianos). No obstante debemos considerar que
estos sobrevivientes están sometidos a presiones brutales por parte del
capitalismo (Tribus africanas son usadas criminalmente por el
imperialismo para matarse unos a otros y robar sus recursos naturales);
aún cuando no exista intervención consciente de alguna potencia para
utilizara estos grupos como carne de cañón, las fuerzas ciegas del
mercado son más que suficientes para reducir al mínimo los cotos de caza
y pesca de estas sociedades de tal forma que la presión medioambiental
es un factor más que suficiente para enfrentar a las bandas comunistas
por los limitados recursos naturales (Marvin Harris a estudiado esta
presión como causa material de las guerras entre sociedades de cazadores
recolectores).
Marvin Harris nos da una idea del
etnocidio y las presiones que significa el capitalismo para estos
pueblos: “Estos ataques genocidas no se limitaron a América del norte y
del Sur. También fueron llevados a cabo en Australia, en las islas del
pacífico y en Siberia. Tampoco son acontecimientos que tuvieron lugar
hace mucho tiempo y sobre los que ahora nada se pueda hacer. Aún están
ocurriendo en las vastas y remotas regiones de la cuenca amazónica y en
otras regiones de Sudamérica, donde los últimos restos de pueblos
organizados en bandas y aldeas libres e independientes del Nuevo Mundo
han sido arrinconados por la expansión implacables de los colonos,
comerciantes, compañías petrolíferas, profesores, granjeros y misioneros
(…)” más adelante nos refiere el destino trágico de los impresionantes
Kung San del Kalahari, cuyo ejemplo de moral comunista hemos referido
antes, quienes “se han convertido en la diana de fuerzas estatales
inmensas que han cambiado su modo de vida amenazando su supervivencia
física. Muchos hombres Kung san se han visto atraídos al servicio del
ejército sudafricano, en su lucha contra las guerrillas que pretenden
establecer un estado independiente en Nambia. Según fuentes
sudafricanas, el desarrollo del sentido de orientación de los san, su
habilidad para el rastreo , su conocimiento del bosque y su aguda vista,
hacen de ellos perfectos luchadores contra la guerrilla” (Marvin
Harris , Introducción a la antropología… pp.501-502). Es irónico que
esas sociedades comunistas que son tomadas por los defensores del
capitalismo como ejemplos de que la guerra es eterna e inevitable
representan más bien los efectos nocivos y corruptores del sistema que
ellos defienden. No obstante la existencia de guerras por factores
medioambientales, aún cuando sean por presiones provocadas por el
sistema capitalista, muestran que en situaciones concretas y
excepcionales es posible que las sociedades prehistóricas del comunismo
primitivo tuvieran enfrentamientos esporádicos, si bien es fundamental
comprender que estos posibles enfrentamientos (de los cuales no hay ni
una evidencia contundente) no tenían en todo caso ni un átomo de
contenido clasista y tampoco representaban un fenómeno esencialmente
inherente a dichas sociedades; mientras que, por el contrario, la guerra
es un compañero inevitable en las sociedades clasistas especialmente el
capitalismo (cuya expansión imperialista es absolutamente inevitable).
Ni siquiera durante el más prologado auge en la historia del capitalismo
(el boom postguerra 1945-1974) hubo un solo día en que no hubiera en el
mundo alguna guerra provocada por la sede de ganancia del capital.
Incluso los enfrentamientos que
presenciamos producto de presiones medioambientales difieren en
contenido (como ya vimos no tienen un contenido clasista) e incluso en
forma, sólo forzando el termino podríamos definir a esos enfrentamientos
como verdaderas guerras. La siguiente cita referida por Harris servirá
de ejemplo para tener conciencia del enorme abismo que separa las
guerras estatales de las preestatales: a finales de 1920 los grupos de
cazadores recolectores Tiklauila-rangwila y los mandiiumbula de las
islas Bathhurst y Melville en el norte de Australia fueron a guerra,
ambas bandas fijaron de mutuo acuerdo una hora para el encuentro:
“cuando los dos grupos se reunieron, ambos bandos intercambiaron algunos
insultos y acordaron encontrarse formalmente en un espacio abierto
donde había lugar suficiente. Al caer la noche (..) los individuos de
los dos grupos intercambiaron visitas, puesto que las partidas de guerra
incluían a parientes de ambos bandos y nadie consideraba a todos los
miembros del otro grupo como enemigos. Al amanecer, los dos grupos
formaron filas a los dos lados del claro. Las hostilidades comenzaron
cuando unos ancianos se echaron en cara sus agravios (..) cuando
comenzaron a arrojarse lanzas, las arrojaron individuos que actuaban
movidos por razones basadas en disputas individuales. Puesto que los
ancianos eran quien más lanzas arrojaban, la puntería solía ser poco
certera. Con bastante frecuencia la persona alcanzada era algún
combatiente inocente o una de las ancianas chillonas que pasaban entre
los luchadores, profiriendo gritos obscenos y cuyos reflejos para
esquivar las lanzas no eran tan rápidos como los de los hombres…En
cuanto alguien era herido, incluso una vieja aparentemente ajena a la
cuestión, la lucha se detenía de inmediato hasta que ambos bandos podían
evaluar las implicaciones de este nuevo incidente” (Caníbales y reyes,
pp54-55). Estas “guerras” son más bien escaramuzas francamente graciosas
(ridículo es compararlas con las guerras de clase de las sociedades
estatales) que expresan tensiones producto de la presión del capitalismo
sobre los hábitats de estos pueblos, dichas tensiones se expresan,
además, en un aumento considerable en las acusaciones de brujería por
parte del chaman (expresando la voluntad colectiva) sobre algunos
miembros de la comunidad que son vistos por el colectivo como una
amenaza; en todo caso estas escaramuzas reflejan crisis y decadencia de
estas sociedades más que un fenómeno normal que emane de su modo de
producción. Son fenómenos similares a los tensiones al interno de una
familia que se expresan en pleitos por motivos individuales y
aparentemente accidentales (aunque en muchas ocasiones el accidente es
el vehículo que expresa lo necesario). Ya hemos señalado que aún sin
descartar la existencia de estos enfrentamientos en las bandas
prehistóricas de hace 40 mil años, estas representarían crisis producto
de cambios climáticos y un exceso en la densidad de población que no
puede ser mantenida con sus fuerzas productivas pero no reflejo de una
supuesta naturaleza humana inmutable.
Sin duda los enfrentamientos aumentaron
en frecuencia e intensidad una vez que los poblados comunistas cruzaron
el umbral de la revolución neolítica, en primer lugar porque ya se
contaba con un excedente sobre la necesidades básicas (aunque en las
sociedades de horticultores aún no se llega al nivel del surgimiento del
estado); excedente que se manifestó en la cultura material en la forma
de equipos para elaborar alimentos, cultivos, animales domésticos, etc.
Si bien hay que señalar que muy probablemente el aumentos en la
frecuencia de los enfrentamientos en las aldeas actuales como los
Yanomano tenga más relación con las limitaciones que la agricultura no
intensiva impone sobre la densidad de población por virtud de la cual
las aldeas se enfrentaban con el objetivo (revestido de motivos
ideológicos fantásticos) de dispersar a las aldeas por debajo del umbral
de sustentabilidad de su modo de producción. Es probable que en las
aldeas de horticultores aún comunistas de la prehistoria la existencia
de guerra se debiera a la misma razón más que a la estratificación
social aún embrionaria. Sin embargo, es claro que con la diferenciación
de privilegios y riqueza (aún sin convertirse en privilegios de clase)
nace irremediablemente la ambición, la avaricia, los celos, la mentira,
etc.
Los Yanomano, tribu de horticultores de
Brasil y Venezuela, ha representado el ejemplo clásico con el cual
muchos antropólogos pretenden probar que la guerra es un fenómeno
universal y que forma parte de la naturaleza humana ya que los Yanomano
son guerreros foribundos a tal grado que las muertes en enfrentamientos
constituyen alrededor del 33 % en varones adultos y al mismo tiempo no
sobrepasan el nivel de jefatura (es decir no están divididos aún en
clases ni por tanto organización estatal). Sin embargo, si bien los
Yanomano no están divididos en clases, ya encontramos diferencias
sociales en cuanto a riqueza y privilegios, ya encontramos propiedad
privada en forma de hortalizas propiedad de la familia (presumiblemente
sindíasmica) centrada en el varón, ya encontramos a jefes de la tribu
que detentan privilegios y distinción embrionaria. Sin embargo, es
probable, que las razones de la guerra se encuentren no en diferencias
de status sino en la lucha contra la naturaleza, lucha llevada al máximo
en virtud de la influencia de la sociedad de mercado. Parece ser que en
este caso el origen de la guerra se encuentra en la tensión entre una
población creciente (por la introducción de herramientas de acero y
nuevos cultivos) y recursos naturales limitados dadas sus fuerzas
productivas; Marvin Harris ha argumentado de manera bastante consistente
que el aumento de la densidad de población producto de la introducción
de instrumentos de acero como machetes ha incrementado mucho el numero
de población mientras que al mismo tiempo las fuentes de carne
disminuyen o a lo menos se mantiene constante; en este contexto los
Yanomano pelean para mantener los cotos de caza y pesca dentro de los
niveles de sustentabilidad, ello lo obtienen expulsando a bandas rivales
y, en consecuencia, dispersando la población sobre un espacio más
amplio. En palabras de Marvin Harris “a medida que las aldeas Yanomano
crecen, la caza intensiva disminuye la disponibilidad de presas en el
entorno. La carne de los grandes animales escasea y la gente se ve
obligada a consumir más animales pequeños, insectos y larvas (…) se
alcanza el punto de los rendimientos decrecientes. Aumentan las
tenciones dentro y entre las aldeas, y esto las lleva a escindirse antes
de agotar de manera permanente los recursos animales. Esto provoca,
asimismo, la escalada de incursiones, que dispersa las aldeas Yanomano
sobre un extenso territorio, a la vez que protege los recursos vitales
al crear tierras de nadie que funcionan como reservas de caza” (Marvin
Harris, Introducción a la antropología general p. 470). Aquí las
contradicciones que provocan la guerra no son contradicciones de clase
sino la contradicción entre un modo de producción aún relativamente
igualitario y el medio natural (veíamos que ésta es la contradicción de
las sociedades sin clases). Esta contradicción ha sido llevada al
extremo por las fuerzas corrosivas de la industria capitalista
No obstante es necesario hacer una
importante aclaración: aún cuando los yanomano ya han descubierto la
horticultura (desconocen la domesticación de animales), el contacto con
herramientas de metal ha provocado que la tensión señalada aumente de
manera considerable los conflictos, de una manera que resultaría
imposible sin el contacto del capitalismo por medio de la introducción
de nueva tecnología. Hace más de 100 años los Yanomano obtuvieron
machetes y hachas de acero de los misioneros, de esta manera la
población de cada aldea paso de unos 50 miembros hasta 166, además los
misioneros introdujeron los Platanos y los Yantenes sustituyendo a la
tradicional mandioca revolucionando, dentro del marco de la
horticultura, su modo de producción. Es de suponer que los
enfrentamientos antes de la llegada del hombre blanco fueran mucho
menores o incluso prácticamente inexistentes. Debemos subrayar que
aceptando que la contradicción entre el hombre del comunismo primitivo y
la naturaleza pudiera ocasionar enfrentamientos y “guerras” vemos que
aún dentro de sociedades que ya han incorporado la agricultura (en la
forma de horticultura) un catalizador para las tensiones y
enfrentamientos se encuentra en el influjo del capitalismo. Mientras la
sociedad no se divida en clases sociales los enfrentamientos no tienen
un carácter de clase, los yanomano no hacen esclavos a las aldeas
vencidas sino que simplemente las dispersan. Mientras una sociedad no se
divida en clases los enfrentamientos serán la excepción y no la regla,
su existencia recurrente refleja la decadencia producto de fuerzas
internas (divisiones de clase) o externas (el influjo de la
civilización).
En síntesis podemos decir que el
fenómeno recurrente de hombres matándose unos a los otros es producto de
la división de la sociedad de clases, la división entre explotados y
explotadores. El fenómeno de la guerra tiene una base de clase. La
guerra (las guerras imperialistas como las revoluciones) es la expresión
más cristalina e incontrovertible de la lucha de clases. La existencia
de conflictos entre los salvajes actuales refleja el hecho de que estas
sociedades han sido “contaminadas” por la civilización. Si bien no se
puede descartar conflictos producto de su propia lógica tomando en
cuenta crisis medioambientales provocadas por cambios climáticos
naturales o un aumento de la densidad de población más allá de los
límites objetivos. En el 99% de los casos la guerra no es más que la
expresión de que la sociedad se ha dividido en contradicciones
insolubles. Si es que se demuestra que los pueblos prehistóricos
recurrían a la guerra podemos prever que esta conducta constituye una
excepción producto de el enfrentamiento de estos pueblos contra las
fuerza naturales. El hecho es que la evidencia arqueológica demuestra
que la guerra es un fenómeno relativamente nuevo en la historia de la
humanidad y que durante la mayor parte de la historia de la humanidad
(hasta hace unos 7 mil años) los hombres vivieron sin necesidad de
matarse los unos a los otros. El hecho es que no es sino hasta el
surgimiento de la civilización cuando aparecen las evidencias de la
guerra a una escala absolutamente sin precedentes. La guerra no es una
expresión de la naturaleza humana sino la expresión de la naturaleza
clasista de la civilización. El lastre de la guerra no podrá desaparecer
mientras subsista la división entre explotados y explotadores, la
guerra no podrá desaparecer mientras exista la lucha de clases de la
cual la guerra no es más que su expresión más cruda. Podemos afirmar que
“la guerra para terminar con todas las guerras” es la lucha por el
socialismo.
Mesolítico: una etapa de crisis, preparándose para el gran salto
A pesar de los inmensos logros de los
pueblos salvajes como los Ariñaciences y Magdalenienses éstos seguían
dependiendo de la “voluntad de la madre tierra” para sobrevivir y aunque
su potencial cerebral era idéntico a la de los hombres del renacimiento
sus fuerzas productivas se encontraban a años luz de distancia y esta
era una diferencia que determinaba todo lo demás. En realidad su
supervivencia, su densidad de población, sus periodos de crisis y
decadencia estaban determinados por factores que escapaban totalmente a
su control; como señala el célebre profesor Gordon Childe “la suerte de
las sociedades salvajes más brillantes del pasado-las culturas
magdalenienses de Francia- bastará para revelarnos las limitaciones
biológicas de esa economía. Una feliz conjunción de circunstancias,
ajenas en absoluto a su dominio, brindó a los magdalenienses alimentos
suficientes para mantener a una población numerosa y tan fáciles de
conseguir que, gracias a ello dispusieron de tiempo para embellecer su
vida con una magnífica cultura espiritual. Pero la superestructura
mágica en nada contribuyó a aumentar los víveres que, después de todo,
no eran inagotables. Por consiguiente la población se limitó y disminuyó
al desaparecer las condiciones especialmente favorables. (…)Esto
condujo a un atolladero (una contradicción), y si esa contradicción no
hubiera sido superada, el Homo sapiens habría seguido siendo un animal
raro, como lo es en realidad el salvaje.”(51) Podemos afirmar, sin
temor a equivocarnos, que la contradicción fundamental que impulsó el
desarrollo de las fuerzas productivas en todas las fases del comunismo
primitivo fue la tensión desigual entre fuerzas productivas enanas y una
naturaleza frecuentemente implacable.
Las estepas, en donde hace 40 mil años
las culturas del paleolítico superior encontraron las condiciones
ecológicas ideales para un modo de vida basado en la caza de grandes
presas y la recolección, representaban un fenómeno climático
transitorio. “Las praderas eurasiáticas eran simplemente una fase
ecológica temporal. Hace unos 12.000 años, los árboles empezaron a
invadir las praderas. Bajo el dosel frondoso de los bosques no podía
crecer la hierba. Hacia el año 10000 a. C. gran parte de la llamada megafauna pleistcénica (mega=enorme;
fauna: animales) se había extinguido en Europa. El rinoceronte y el
mamut lanudos, el bisonte de las estepas, el alce gigante y el asno
salvaje desaparecieron. Sin duda alguna, los cazadores,
extraordinariamente hábiles del paleolítico superior, contribuyeron a
esta catástrofe ecológica (….) En Europa el mesolítico fue una época de
intenso cambio ecológico local. Bosques de abedules y pinos se
extendieron por la tierra, y los cazadores instalaron sus campamentos en
calveros junto a los márgenes de los ríos, a orillas de los lagos y
estuarios y en las costas”(52). Si bien los hombres del paleolítico
superior eran magníficos cazadores y su actividad tenía una repercusión
significativa sobre su medio al grado de contribuir a la extinción de
algunas especies, aún seguían estando sometidos a los factores
climáticos y su tecnología tenía limitaciones naturales muy concretas:
“Una tecnología producía un alto nivel de vida cuando había una gran
abundancia de plantas y animales, mientras que las tecnologías y
técnicas de caza y recolección más eficientes no evitaban el hambre
cuando escaseaban los recursos cinegéticos y vegetales”(53) En estas
condiciones, frente a la desaparición de la grandes presas, los
cazadores tuvieron que capturar animales pequeños como jabalíes,
venados, etc; que eran más difíciles de cazar en habitats boscosos y era
muy complicado obtener las cantidades necesarias de carne. Estas
condiciones adversas para la caza empujaron a algunos pueblos
(Inglaterra 9.500 a. C.) a procurarse la ayuda del perro en las tareas
de la caza. “El mejor amigo del hombre” significó también el primer
experimento de domesticación de animales, su domesticación no significó
ningún capricho doméstico sino un recurso importante orientado a la
supervivencia.
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